Entre 1936 y 1939 hubo en España una guerra, y algunas
personas pasaron ese período de tiempo escondidas, para no incorporarse al
combate o por temor a represalias. Son variadas las novelas, cuentos y obras
teatrales que han utilizado ese tema como argumento. Hasta aquí ninguna
novedad. Pero de pronto llega el dramaturgo Juan José Alonso Millán y concibe
una historia en la que esa semilla fructifica de manera anómala, y consigue que
los ojos del lector o el espectador se abran con sorpresa.
Nos encontramos en Madrid, en una casa "nacional",
donde se oculta Benito. un pintor con profundas creencias religiosas que ha
sido acogido por Josefina, una mujer que lo admira y lo ama. Periódicamente,
una pareja de milicianos pretende registrar la vivienda porque han oído rumores
sobre la presencia de un faccioso en su interior; mas la anfitriona consigue
burlarlos con astucia, sangre fría y mano izquierda. Benito, acobardado y
agradecido, pinta cuadros para que Josefina o su sirvienta Venancia los cambien
por azúcar, pan negro y otros alimentos básicos, con los que consiguen
sobrevivir. Como puede observarse, un argumento de lo más convencional... hasta
que descubrimos que, en realidad, la acción transcurre en el año 1972. Hace
treinta y tres años que la guerra terminó; pero Josefina, temiendo que la
conclusión de los combates se lleve de su lado a Benito, ha mantenido la farsa
bélica, logrando a la vez que sus cuadros se coticen por auténticas millonadas en
el mercado del arte. Obviamente, la situación no puede prolongarse
indefinidamente, así que ha llegado el momento de que Benito sea informado
sobre la verdad.
Con gracia y con magnífico dominio de los resortes teatrales, Alonso Millán pone en pie un argumento lleno de equilibrismos, en el que humor y tristeza, comedia y drama se van entrelazando para mantener el interés de los lectores. Y a fe que lo consigue.
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