Le tributo a Eduardo Mendoza (lo confesaré desde el principio)
una admiración enorme, que deriva de haber leído varias de sus novelas “serias”
(La verdad sobre el caso Savolta, La ciudad de los prodigios, etc) y
también algunas de las “ligeras”. No estimo que el segundo bloque resulte
inferior al primero, pese a lo que hayan podido opinar durante años algunos
críticos y profesores con las gafas en la punta de la nariz. En mi opinión, una
novela debe colocar ante nuestros ojos una historia; y hacerlo con eficacia; y
hacerlo con brillantez estilística. El escritor barcelonés (¿quién se permitirá
dudarlo?) cumple siempre esas tres condiciones esenciales y lo hace con
holgura.
En El negociado del yin
y el yang me he vuelto a encontrar con el Mendoza más desenvuelto, que
continúa contándonos la historia de Rufo Batalla, ese catalán que, durante los
meses de agonía de Franco, se encuentra en Nueva York, en la delegación
española de la Cámara de Comercio. Con gracia y con agilidad, nos va explicando
sus relaciones con el príncipe (apócrifo) Tukuulo, su experiencia erótica con
Madame Kwank, su secuestro por unos piratas asiáticos, su fascinación por la
japonesa Norito, su retorno a la España ur-democrática, las relaciones que
mantiene con sus hermanos Agustín y Anamari y la desopilante situación final,
que lo vinculará con una hermosa heredera y con el F.C. Barcelona.
“No hay peor nostalgia que la nostalgia de lo que nunca hemos
tenido”, escribe el novelista barcelonés en la página 184. A mí me ha quedado
más bien la sensación melancólica de pensar en Norito, ese personaje que se
disuelve en el tramo final de la vida de Rufo, aunque no termine de evadirse de
su mente. ¿Volverá Mendoza a él? Ojalá. Seguiré leyendo todas las obras que
publique, con esa esperanza (y con esa excusa).
Muy recomendable.
2 comentarios:
Críticos con las gafas en la punta de la nariz. ¡Qué buenos y malos recuerdos de algunos de mis viejos profesores!
Mi admiración por Mendoza es infinita, y nacida muy temprano, ya sabes, "El místerio de la cripta embrujada" nos marcó a una generación (y dos, y tres...)
Besos 💋💋💋
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