sábado, 16 de febrero de 2019

Son de Almendra




La intriga y la ambigüedad atraparán a los lectores que fijen en dos detalles muy separados en el tomo Son de Almendra. Así, nada más abrir este volumen, escrito por la cubana Mayra Montero, encontramos la dedicatoria de la novela: “A la memoria de mis abuelos, Manuel y Amalia, en Compostela 611”. Y si avanzamos hasta la página 276 se nos habla del asesinato de Boris en la puerta de su restaurante, un crimen observado por una niña. El narrador (un periodista llamado Joaquín Porrata, tan intrépido como bisoño) indica al respecto: “Sonaron los disparos y ella lo vio caer, con un montón de caramelos en la mano. Quise entrevistar a la niña en la casa de sus abuelos, Compostela 611, a pocos pasos del Boris, pero no me dejaron ni siquiera hablarle, tampoco tomarle una fotografía”. ¿Nos hallamos ante una ingeniosa mentira narrativa o ante un sorprendente círculo autobiográfico que se cierra?
Estamos en Cuba, en el mes de octubre de 1957. Gobierna el corrupto dictador Fulgencio Batista; y, mientras se insinúa un movimiento revolucionario que cobra vigor y adeptos en Sierra Maestra, la ciudad de La Habana flota en un ambiente de glamour, cabarets, frivolidad y soterrados negocios millonarios donde la mafia isleña impone su ley silenciosa pero implacable. Se está incubando una auténtica guerra por el control de los hoteles y los casinos cubanos, que generan beneficios escandalosos. Y esa guerra produce víctimas por las que nadie quiere preguntar, y que desaparecen con vertiginosa solicitud. La autora juega además a intrigarnos desde las primeras líneas de la obra: “El mismo día en que mataron a Umberto Anastasia en Nueva York escapó un hipopótamo del Zoológico de La Habana. Puedo explicar esa conexión. Nadie más puede hacerlo”. ¿Es posible que exista algún lector al que no capture un inicio novelístico así?
Mayra Montero, tras un riguroso proceso de documentación desarrollado en Puerto Rico, Cuba y Estados Unidos, disfraza creativamente todas sus anotaciones y no deja que en ningún momento asfixien el tono narrativo. De esa forma, las peripecias, desmanes y códigos fraudulentos de Meyer Lansky, Fat the Butcher, Lucky Luciano o Santo Trafficante, se mezclan con el cotidiano horror asumido de Juan Bulgado (que descuartiza los cadáveres que le entregan y los hace comer a los leones del zoo), con el morbo erótico que genera Yolanda (que perdió un brazo en un número circense y que arrastra una vida tormentosa) y con otras existencias mucho menos llamativas que, uniéndose entre sí, componen un fresco novelístico de poderosa fuerza, y que no sólo gustará a los amantes del género negro.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Pues si, soy de esos lectores al que el inicio le despierta mucha curiosidad ¡Dichosa alma de portera! 😅

Besitos 💋💋💋