viernes, 22 de febrero de 2019

Abel Sánchez




Leamos cómo comienza la novela Abel Sánchez, de Miguel de Unamuno: “No recordaban Abel Sánchez y Joaquín Monegro desde cuándo se conocían. Eran conocidos desde antes de la niñez, desde su primera infancia, pues sus dos sendas nodrizas se juntaban y los juntaban cuando aún ellos no sabían hablar. Aprendió cada uno de ellos a conocerse conociendo al otro. Y así vivieron y se hicieron juntos amigos desde nacimiento, casi más bien hermanos de crianza”. Y ahora seamos justos: ¿cabe un primer párrafo más torpe en una obra presuntamente buena? Insisto: seamos honestos. No nos dejemos influenciar por la fama del gran autor vasco, al que he tributado aplausos muchas veces. Ciñámonos a las palabras que abren el libro. Estas líneas son de una torpeza desmañada y ramplona, inauditamente mediocres, cacofónicas y casi renqueantes. No hay en ellas primor alguno, ni música, ni excelencia.
A partir de esa primera impresión áspera la lectura de la obra se me ha hecho tan artificial como insatisfactoria. Miguel de Unamuno quiere meter ideas, y juicios sobre la envidia, y presuntos análisis del espíritu humano, pero el resultado no es una novela admirable sino un texto reseco, un mosaico de azulejos misticoides y gazmoñerías religiosas metidas con calzador que no alcanza apenas esplendores. Joaquín es falso. Abel es falso. El personaje de Antonia es amojamadamente falso. Nada respira autenticidad en estas páginas, porque las ideas (unas ideas de cartón piedra, con mucha roña ampulosa) ahogan la fluidez narrativa, constantemente tijereteada en capitulillos de tesis o diapositiva, apenas hilvanados unos con otros.
Mira que he leído con respeto a don Miguel, y mira que lo seguiré haciendo en el futuro, pero estas páginas son tan torpes que me cuesta creer que sean suyas. La literatura reside siempre en el cómo, y aquí el cómo es terriblemente defectuoso: ni me creo a los personajes, ni me creo sus diálogos, ni me creo sus profundos traumas marmóreos, ni me creo que sus sentimientos, ni me creo nada.
Un libro para olvidar.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

¿Sabes lo que ocurre? que estas obras, como me obligaron a leerlas en época estudiantil, no guardo buen recuerdo de ellas, así que creo que lo mejor sería hacer cómo otras ocasiones: leerlas ahora ya de adulta -al menos no tan joven- y seguramente apreciarlas más.

Besitos 💋💋💋