Leamos
cómo comienza la novela Abel Sánchez,
de Miguel de Unamuno: “No recordaban Abel Sánchez y Joaquín Monegro desde
cuándo se conocían. Eran conocidos desde antes de la niñez, desde su primera
infancia, pues sus dos sendas nodrizas se juntaban y los juntaban cuando aún
ellos no sabían hablar. Aprendió cada uno de ellos a conocerse conociendo al
otro. Y así vivieron y se hicieron juntos amigos desde nacimiento, casi más
bien hermanos de crianza”. Y ahora seamos justos: ¿cabe un primer párrafo más
torpe en una obra presuntamente buena? Insisto: seamos honestos. No nos dejemos
influenciar por la fama del gran autor vasco, al que he tributado aplausos
muchas veces. Ciñámonos a las palabras que abren el libro. Estas líneas son de
una torpeza desmañada y ramplona, inauditamente mediocres, cacofónicas y casi
renqueantes. No hay en ellas primor alguno, ni música, ni excelencia.
A partir
de esa primera impresión áspera la lectura de la obra se me ha hecho tan
artificial como insatisfactoria. Miguel de Unamuno quiere meter ideas, y
juicios sobre la envidia, y presuntos análisis del espíritu humano, pero el
resultado no es una novela admirable sino un texto reseco, un mosaico de
azulejos misticoides y gazmoñerías religiosas metidas con calzador que no
alcanza apenas esplendores. Joaquín es falso. Abel es falso. El personaje de
Antonia es amojamadamente falso. Nada respira autenticidad en estas páginas,
porque las ideas (unas ideas de cartón piedra, con mucha roña ampulosa) ahogan
la fluidez narrativa, constantemente tijereteada en capitulillos de tesis o
diapositiva, apenas hilvanados unos con otros.
Mira que
he leído con respeto a don Miguel, y mira que lo seguiré haciendo en el futuro,
pero estas páginas son tan torpes que me cuesta creer que sean suyas. La
literatura reside siempre en el cómo,
y aquí el cómo es terriblemente
defectuoso: ni me creo a los personajes, ni me creo sus diálogos, ni me creo
sus profundos traumas marmóreos, ni me creo que sus sentimientos, ni me creo
nada.
Un libro
para olvidar.
1 comentario:
¿Sabes lo que ocurre? que estas obras, como me obligaron a leerlas en época estudiantil, no guardo buen recuerdo de ellas, así que creo que lo mejor sería hacer cómo otras ocasiones: leerlas ahora ya de adulta -al menos no tan joven- y seguramente apreciarlas más.
Besitos 💋💋💋
Publicar un comentario