A pesar
de que se empeñen en pregonarlo algunos críticos pedantes (de ésos que
desayunan grandes tazones de almidón y utilizan con frecuencia vocablos como
“apodíctico”, “intradiegético” o “intertextual”), lo cierto es que una buena
novela sigue siendo lo mismo que ya era en el siglo XVI: unos personajes
sólidos, un argumento seductor y una voz narrativa que sepa contarnos los
sucesos con garbo, elegancia y belleza. Fin. Todo lo demás es rococó, música de
flauta y Finnegans Wake; o sea,
basura. Afortunadamente, uno de los que siempre ha entendido esa lección y la
ha puesto en práctica con brillantez ha sido el caravaqueño Luis Leante, que
demuestra su excelencia no sólo en los textos dirigidos a adultos sino también
en sus creaciones pensadas para el público juvenil, como ocurre en Rebelión en Nueva Granada.
Todos los
ingredientes que, como digo, ayudan a edificar una obra seria y perdurable,
están aquí presentes. Primero, unos héroes llenos de matices y de curvas
emocionales: el capitán Argimiro Montenegro, tan intrépido con las armas en la
mano como moralmente irreprochable; el seductor alférez criollo Álvaro
Espinosa; la bella y brava Adriana, hija del capitán Montenegro; o la esclava
Bibiana, que sufre la pérdida de un hijo. Segundo, unos antihéroes igual de
bien trazados, que nunca resbalan por la peligrosa cuesta de la caricatura: la
ambivalente Ángela Mendoza o el enigmático alférez esteban Aguirre. Tercero,
unos paisajes españoles y sudamericanos descritos con prosa pictórica, que
llena los ojos de colores y formas. Cuarto, una acción novelesca rápida pero
equilibrada, donde las peripecias, las tormentas en el mar, las expediciones
por la selva, los engaños, las costumbres palaciegas y los amoríos se van
sucediendo con fluidez. Y quinto, lo más importante (antes lo apunté): una voz
narrativa excepcional, la de Luis Leante, curtido en miles de páginas y
conocedor de los resortes más eficaces para capturar a los lectores, jóvenes y
maduros, con la solidez poliédrica de su prosa.
Avanzando
por esta narración (desarrollada a mitad del siglo XVII, entre Cádiz y
Cartagena de Indias), descubriremos que ha sido capaz de aunar géneros dispares
para construir una novela de aventuras, una novela histórica, una novela
amorosa y una novela psicológica. Todo a la vez. Todo brillantemente conjugado.
Todo servido con vigor y espléndida imaginación. Es el privilegio de los
grandes.
1 comentario:
Tazones de almidón y palos de escoba en el culo 😏
Si, una buena novela se construye hoy igual que hace tres siglos, los lectores cambian pero no el espíritu lector 😉
Besos 💋💋💋
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