Recorro,
con un estremecimiento de admiración que se va ampliando conforme avanzan las
páginas, el volumen de relatos Peligro extremo de incendio, de la
madrileña Juncal Baeza. Y encuentro en su interior siete historias sobre
personas que acarician los límites y reciben su daño: la joven que, tras sufrir
el desprecio de todos sus conciudadanos, siente el desgarro de ver cómo su hija
de tres años está a punto de morir ahogada en el río del pueblo (“Lemna”); la
parturienta primeriza que ve cómo matronas y enfermeras la tratan con frialdad
y la abocan hacia una cesárea que en el fondo ella no desea (“Criatura
hermosa”); la anciana rumana que, tras haber salido de su país y haber vivido
mil humillaciones durante años, encuentra en unos perros su única compañía
reconfortante (“Corre, Vior, corre”); la niña que vive una religiosidad confusa
y que es liberada del temor por su única amiga, que le abre los ojos con una
explicación artística (“El naufragio”); el adolescente que vive aturdido en una
familia de apariencia perfecta, en la que no se siente cómodo ni integrado, y
cuya válvula de escape es su tía Ted (“Holografía familiar”); la madrileña que,
tras vivir una intensa experiencia vital en El Salvador, retorna a casa con
otra forma de ver las cosas (“Los tristes más tristes del mundo”); y la hija
que, tras cuidar durante un año el desmoronamiento de su madre por culpa del
cáncer, es devorada por el incendio de la culpa (“Peligro extremo de
incendio”).
Todas
estas experiencias, llenas de acantilados emocionales, de vértigos silenciosos
y de erosiones terribles, están narradas por Juncal Baeza con una impresionante
solidez, tanto en el plano arquitectónico (el orden narrativo jamás presenta
una fisura) como en el literario (les sugiero que se fijen de forma especial en
los instantes en que adjetiva utilizando sustantivos: “El insulto alacrán de
los compañeros” (p.95), “Le rebotaba el corazón antílope en el pecho” (p.149) y otros ejemplos igualmente deliciosos).
Uno de esos libros que se disfrutan sin altibajos y que se terminan entre aplausos.
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