Consignaré
su nombre (Enrique Amorim), aunque de inmediato reconoceré no haber leído nada
suyo, además de no recordar ni siquiera las menciones que, sobre él, incluyeron
libros que sí he leído (como, por ejemplo, de Jorge Luis Borges). Es curioso:
parece que su apellido, siendo tan poco habitual, tendiese a diluirse en la
memoria. Era uruguayo. Y fue autor de unos cuarenta libros, que no han
conseguido convertirse en volúmenes demasiado populares. Pero su figura
incorpora tantos disfraces, viajes, imposturas y zonas de sombra que el peruano
Santiago Roncagliolo lo convierte en protagonista de su obra El amante
uruguayo, deslizando la posibilidad de que fuese él la persona con la que
Federico García Lorca vivió una breve experiencia amorosa durante su estancia
en Argentina. De hecho, el núcleo más misterioso de estas páginas se encuentra
en el monumento que Amorim erigió en la localidad de Salto en diciembre de 1953
(el primero que se dedicaba en el mundo a la figura del granadino), a cuyo lado
enterró una extraña caja que “contenía” al poeta y cuyo interior jamás ha sido
revelado: quizá cartas íntimas, quizá imágenes fotográficas… o quizá los huesos
del propio Federico, que nunca han sido hallados.
No
obstante, conviene declarar de inmediato que no estamos ante un libro que
fomente el sensacionalismo o que busque la polémica formulando hipótesis
descabelladas. De ninguna manera. Este novensayo (podría ser una
etiqueta del libro, que mezcla narración novelesca y espíritu de biografía)
brilla en realidad por muchos otros aspectos, que nada tienen que ver con ese
detalle. De hecho, juzgo que la posible tumba lorquiana puede funcionar como
“anzuelo” (eso sí) para atraer a ciertos lectores, pero que el valor central
del volumen hay que buscarlo en las magníficas semblanzas de los personajes que
se van cruzando en la vida de Amorim (o, mejor dicho, de los personajes a
quienes se arrimó para rodearse de gente célebre): Pablo Picasso, Charles
Chaplin, Louis Aragon, Rafael Alberti, Margarita Xirgu, Jorge Luis Borges,
Oliverio Girondo, Lola Membrives, Pablo Neruda… El modo en que Roncagliolo
ensambla todas esas piezas produce un relato brillante, dinámico, absorbente,
donde el humor, el misterio, la política, la hipocresía, la amistad, la
traición, el deseo o los rencores (más una dosis enorme, pero inteligentemente
camuflada, de erudición) mantienen la atención lectora de forma insuperable.
El hombre que “nunca había considerado necesario ajustarse a los hechos” se sentiría muy orgulloso de haber inspirado esta maravilla narrativa. Léanla. Creo que puede gustarles.
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