Lo
de César Mallorquí es increíble. No solamente es el rey de la novela juvenil en
España (la enumeración de sus premios resultaría abrumadora) sino que, libro
tras libro, es capaz de actualizar sus temas y de situarse en la vanguardia,
sin un solo desmayo, gracias no solamente a su excelente prosa y a su humor
inteligente, sino también a su proteica capacidad para absorber los intereses
de los adolescentes y convertirlos en magnífica literatura. César Mallorquí
sigue pensando como un joven, y por eso sus obras encandilan a los jóvenes. Ahí
radica su poder y su secreto. Frente al batallón de escribidores que todo lo
cifran en temas trillados (amores de instituto, tensiones domésticas o
situaciones de marginación), él abre el abanico y, al agitarlo, el aire a su
alrededor se renueva: caligrafías secretas, tesoros escondidos en la selva,
fraternidades nazis, catedrales malditas o, como ocurre en La estrategia del
parásito, situaciones angustiosas relacionadas con el mundo de la
informática y del control de nuestras vidas a través de Internet.
Nada
más abrir el libro conocemos a Óscar, un estudiante de Periodismo de veintidós
años. Acaba de enterarse de la muerte de su antiguo compañero de colegio Mario
Rocafort y, sin tiempo para asimilar la noticia, recibe una carta suya que
contiene, además, un misterioso pendrive. Por lo que cuenta, Mario ha realizado
un descubrimiento que puede afectar al futuro de la humanidad, y le pide a
Óscar que localice a cierto profesor universitario. A partir de ahí, el vértigo
adquiere unas dimensiones que cortan la respiración del lector y que incluyen
asesinatos, persecuciones, intervención de cuentas bancarias, accidentes muy
sospechosos y un sinfín de anomalías que convencen a Óscar de que la situación
es mucho peor de lo que pensaba: alguien está empeñado en matarlo para hacerse
con el pendrive y carece de todo tipo de escrúpulos y de límites. Alguien (o
“Algo”) que basa su poderío en el control invisible del mundo de Internet y que
puede hacer cuanto se le antoje con un simple clic. Como se dice en una novela
de Philippe Claudel, “estamos vigilados constantemente, vayamos a donde vayamos
y hagamos lo que hagamos”. Pues bien, aquí César Mallorquí nos explica lo que
hay (lo que sonríe de forma macabra) detrás de esa vigilancia. Resulta inevitable
recordar aquella frase atribuida a Kurt Cobain (aunque ignoro si es suya): que
seas un paranoico no quiere decir que no te persigan.
Quien
se adentre en esta primera entrega (se trata de una trilogía, de la que iré
dándoles cuenta) va a encontrar emociones, sorpresas y sustos casi en cada
página, pero lo más importante es que la envoltura literaria es tan primorosa,
tan sólida, tan convincente, que pueden ustedes dejar el libro con toda calma
en las manos de cualquier joven lector: no solamente le estarán facilitando una
obra trepidante y magnética, que le encantará (de hecho, yo he leído la novela
por el consejo de mi hijo Álvaro), sino también un texto musculoso que lo
convertirá en un lector adulto.
Lo dicho: el rey.
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