miércoles, 13 de agosto de 2025

La víctima perfecta

 


Dicen que los grandes avances se consiguen aunando tradición y vanguardia. No seré yo quien lo discuta. Y es probable que esa afirmación pueda ser también aplicada al mundo de las letras, donde los libros demasiado “tradicionales” suelen incorporarse a la grisura del olvido y donde los libros demasiado “rupturistas” se condenan ellos solos a la estantería de las curiosidades. Trifón Abad, que es listo como los ratones coloraos, ha sabido conjugar ambas líneas en su última novela, que se titula La víctima perfecta y que publica Grijalbo.

Con excelente criterio y con certera intuición, el novelista explora los cánones que mejor funcionan en el género negro (trama que se va complicando sucesivamente, personajes que cierto detalle convierte en sospechosos y que posteriores sucesos liberan de esa condición, diálogos realistas y contundentes, policías con una carga psicológica de su pasado que los condiciona), pero tiene la inteligencia narrativa de moldear ese barro para conseguir con su talento que la escultura resultante siga provocando sorpresas y deparando emociones al lector. Además, Trifón Abad utiliza como pieza importante de la obra a un personaje que resultará familiar a quienes leyeron su anterior libro: el sabueso Juan Carlos Robles, “el de la hija que desapareció en una fiesta rave” (p.193) [esta aventura puede consultada en otra entrada de este blog: https://rubencastillo.blogspot.com/2024/06/la-noche-de-arena.html].

Por encima de las extravagancias que a veces pueden encontrarse en otras novelas negras (policías con nombres o actitudes extrañas, situaciones rocambolescas, diálogos alambicados o burdos), este volumen nos propone la normalidad. Y esa cuidadosa normalidad constituye uno de los principales atractivos de la obra, que permite a los lectores una inmersión rápida y eficaz en los vericuetos de la investigación, donde asistiremos al secuestro de un niño de once años con altas capacidades intelectuales y que pertenece a una familia llena de ricos matices (un padre que vive para las matemáticas y el ajedrez, y que imparte clases en la universidad; una madre empresaria con poco tiempo libre; una tía que eligió el camino hippie de vivir de forma alternativa; una hermana mayor que vive pegada a su móvil). Dos agentes de la ley se encargan de investigar: él, zarandeado por los acíbares de una separación matrimonial; ella, incómoda por el acoso sexual de un compañero. Añadan a esa fascinante ambientación casas abandonadas, yates amarrados en el puerto de Tomás Maestre, habitaciones claustrofóbicas, oscuridades inquietantes y viejos fantasmas del pasado… y obtendrán una novela que les regalará unas horas felicísimas de lectura. Así da gusto.

Lo dicho: que la busquen y que la lean. Se harán, como yo, abadistas.

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