Releo
con felicidad un viejo libro que Diego García López publicó con el sello
Nausícaä hace veinte años con el título de El tono y la duda. Es un
trabajo muy variado y ecléctico, en el que el poeta muleño se fortalecía en sus
manejos de la asonancia y en los textos de dimensiones muy variables.
Consciente de que su palabra lírica se ha hecho sólida y dúctil (las
vacilaciones temerosas que parecen desprenderse del título se me figuran más
retóricas que reales), el vate amplía su registro temático frente a sus obras
anteriores y nos habla del paso del tiempo, de su casa, de los vencejos, de
esos amigos altaneros que te arrojan su atención como quien lanza migajas a un
mendigo, de los libros, del otoño, del amor, de la droga, de la política
norteamericana, de Pablo Neruda… La voz musculada del poeta es capaz de
expandirse (y de hecho lo hace) hacia territorios nuevos y, también en
ocasiones, sorprendentes.
El hombre que ha versificado sobre el mundo de los toros (https://rubencastillo.blogspot.com/2020/06/region-volcanica-del-toro.html), que ha contemplado y convertido en literatura la más cálida y sencilla cotidianeidad (https://rubencastillo.blogspot.com/2019/12/de-la-misma-vida.html) o que se ha atrevido incluso con el arriesgado mundo de los sonetos (https://rubencastillo.blogspot.com/2019/11/el-hombre-y-la-palabra.html) elige este libro como pausa o cierre (eso lo dirá el futuro) de su producción.
1 comentario:
Feliz Año Nuevo, Rubén
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