sábado, 11 de enero de 2025

La llave


 

Ya desde las primeras páginas se descubre que La llave (novela de Junichiro Tanizaki que traducen Keiko Takahashi y Jordi Fibla para el sello Siruela) plantea una situación tan curiosa como perturbadora: un marido de edad avanzada y salud quebradiza lleva un diario donde va anotando las zozobras sexuales con su esposa Ikuko, a la que desea ver completamente desnuda y de quien espera una conducta erótica algo más (mucho más) excitante. Para eso, no duda en ponerla a prueba dejando que el joven Kimura, candidato oficial a la mano de Toshiko, la hija de Ikuko, cene en su casa, mientras deja que la esposa tome más alcohol del habitual. Lo que no estaba previsto, en principio, es que Ikuko también estuviera escribiendo su propio diario, donde registra su paulatina claudicación ante el fogoso y atractivo Kimura. De tal modo que los lectores tenemos acceso a esa situación ambigua, sensual y atípica, contemplándola desde dos puntos de vista. Ese juego, tan indecoroso, alcanza extremos inesperados cuando descubrimos que tanto Ikuko como su marido están leyendo a escondidas el diario ajeno.

Juguetón en el planteamiento, Tanizaki va poco a poco desvelándonos sus cartas para conducirnos por un sendero ciertamente incómodo: el que nos lleva a convertirnos en cómplices indirectos de una trama en la que sentimos la fiebre del adulterio en nuestras propias mejillas. Tan sofocante como habilidoso.

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