El
lector que tome entre sus manos este libro podría llegar a la conclusión (a mi
juicio, errónea) de que Lo que me entregaste, última entrega poética de
Pascual García, es solamente una prolongación o una repetición de Siempre
domingo, su poemario anterior, porque el “asunto” del que trata es el mismo
(el amor recuperado, tras casi medio siglo de separación, de su actual pareja).
Pero yo, aunque puedo llegar a entender las líneas principales de ese
razonamiento, no comparto la idea, porque juzgo que la continuación del amor
constituye un tema diferente al amor mismo: supone que las emociones se aquilatan, se perfilan, se consolidan y se fortalecen conforme va pasando el
tiempo, y eso añade a la idea principal una serie muy valiosa de matices. Si Siempre
domingo admite la etiqueta de “amor recuperado”, Lo que me entregaste
incorpora el fervor alegre de la continuidad, la consolidación del milagro, el
tiempo y la esperanza.
Los
poemas que, como mármoles, pavimentan este libro nos hablan de una dicha que se
concentra en la pureza del ser, en la celebración gozosa de sus dos reunidos
oficiantes. Por eso podríamos concluir que el tema nuclear de este volumen es
el cántico de la luz diaria, de las siestas, de los dedos enlazados, de los
paseos al sol, de los cuerpos desnudos sobre la cama. O, dicho de un modo más
breve, el festejo del corazón, la celebración alborozada del hoy.
En
ese sentido, como lector suyo y como amigo íntimo desde hace treinta años, la
felicidad tendría que invadirme, y desde luego lo hace. Pero no voy a negar que
dos detalles de la obra me han provocado una incómoda desazón: el primero
proviene de la cita de Joan Margarit que Pascual utiliza como apertura para el
tomo, donde nos habla de la forma en que la muerte araña las maderas de la
puerta; el segundo anida en el título mismo del poemario, que no alude a “lo
que me entregas” (lo que convertiría en un presente dilatado y feliz la
recepción de la felicidad), sino a “lo que me entregaste” (donde el pretérito
indefinido sugiere que la dación ya se encuentra terminada y el siguiente paso
solamente pueda ser la melancolía o el recuento lánguido). Descontados esos dos
puntos oscuros, que me gustaría discutir con el autor en presencia de nuestro hermano
Luis y de tres cervezas, todo es poesía admirable, endecasílabos hermosos y
ritmo de sencilla contundencia.
Si aman la belleza o la vida, háganse con este libro, sin dudarlo.
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