viernes, 17 de enero de 2025

Cuando se apagan las luces



Uno de los regalos que Papá Noel deslizó por la inexistente chimenea de nuestra casa fue la novela juvenil Cuando se apagan las luces, de Care Santos. Y vino a caer en el calcetín de mi hijo Álvaro, quien abrió de inmediato sus páginas y no la soltó hasta la noche. Esa lectura de un tirón, con las únicas pausas de la comida y la merienda, se resumió en un veredicto fervoroso: “Tienes que leértela, papi. Me encanta. Es buenísima”. Comprenderán ustedes que a un hijo dominado de tal forma por el entusiasmo hay que prestarle crédito, así que con ella me puse. Y, aunque el recorrido por sus capítulos no me supuso ninguna sorpresa (he leído muchos libros de Care), comparto la fascinación de mi hijo.

Buena manejadora de los resortes novelescos, y con un importante oficio a sus espaldas, la autora barcelonesa nos va llevando de la mano por una historia que, paulatinamente, se va llenando de intriga y de misterios. ¿Quién es el extraño chico al que un autobús escolar en viaje de estudios encuentra de noche en una gasolinera, aparentemente perdido? ¿Por qué contesta con evasivas cuando se le pregunta por la razón de encontrarse de madrugada en un sitio tan inhóspito? ¿Por qué lleva los bolsillos llenos de hojas secas? ¿Por qué olfatea como un animal las pertenencias de una de las alumnas? ¿Por qué, cuando el novio de la chica se dispone a golpearle, se apagan de pronto todas las luces del hostal y se declara un incendio? Dice llamarse Daniel López Sust, pero en el instituto del que afirma proceder (lo certifica por teléfono la jefa de estudios) no hay ningún alumno con ese nombre. Entonces, ¿quién es, en realidad, y qué pretende?

Una historia donde la fantasía, lo posible-imposible, los escalofríos y algunos temas cruciales para el mundo de la adolescencia (la música, la identidad sexual, la pertenencia al grupo) ocupan un importante lugar.

Regálensela a su joven lector o lectora. Se lo agradecerá.

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