lunes, 15 de noviembre de 2021

Vidas escritas

 


Cuando cogí del estante estas Vidas escritas de Javier Marías y leí el prólogo que las presentaba supe que el volumen podía llegar a interesarme, porque reunía tres ingredientes seductores: temática biográfica, curiosidades de escritores y la prosa ensayística del autor madrileño, quien afirma que estas peculiares semblanzas “están contadas principalmente, creo, con una mezcla de afecto y guasa” (aunque se apresura a añadir que del afecto prescindió cuando redactaba las notas sobre James Joyce, Thomas Mann y Yukio Mishima).

Así que me senté en el sillón habitual y dejé que mis ojos se fueran deslizando por las primeras páginas, en las cuales me encontré con todo tipo de detalles llamativos. Por ejemplo, que Faulkner enterró personalmente a su hija Alabama, que murió a los cinco días de nacer; que Lampedusa hablaba con cada uno de sus perros en un idioma distinto; que Robert Louis Stevenson le pegó fuego accidentalmente a un bosque y que participó (y venció) en varios concursos de blasfemias; que Turgueniev detestaba a su madre y se humilló bochornosamente para obtener el amor de la desdeñosa Pauline Viardot; que Nabokov odiaba un sinfín de cosas, entre ellas el jazz, los toros, los insecticidas o los transistores (la estrafalaria lista de sus repulsiones se puede consultar en la página 145 de este volumen); que el amante de Oscar Wilde, el pizpireto Lord Alfred Douglas, “era largo de bucles y corto de luces” (página 241); o que el auténtico nombre del majadero megalómano y desquiciado Yukio Mishima era Kimitake Hiraoka.

También me ha asombrado y enriquecido descubrir pormenores asombrosos de las vidas de autoras como Djuna Barnes, Emily Brontë o Isak Dinesen (esta última, al ser interrogada por Arthur Miller acerca de qué médico le había prescrito su singular dieta, compuesta por ostras, gambas, uvas y champán, se limitó a mirarlo con desdén y susurrar: “Soy vieja y como lo que quiero”).

Pero aparte de aprender y disfrutar también he tenido ocasión (y la tendrá toda persona que avance hasta la parte final del libro) de someterme a un examen tan curioso como grato: ¿quién es cada uno de los protagonistas (algunos repetidos) que salen en las treinta y siete fotografías de la sección “Artistas perfectos”? Los comentarios que Marías añade a las imágenes son auténtico oro narrativo: qué maravillosa mirada despliega sobre ellas.

Lean este libro: es un consejo de amigo.

1 comentario:

Lucho dijo...

Gracias por la reseña e invitación.