Cuando
leí el libro de cuentos Que la ciudad se
acabe de pronto, de Trifón Abad, lo tuve muy claro: me gustaba su
escritura, la manera en que se aproximaba a las historias y las convertía en
narración. Algunos autores son buenos escogiendo los temas; otros,
redactándolos. Pero en Trifón advertí un equilibrio que convertía cada cuento
en una pequeña joya: con sus aristas definidas, con su brillo exacto, con su
dureza ajustada y única. Así que me dispuse a esperar, con paciencia llena de
expectación, su siguiente libro, que ahora le publica el sello Talentura con el
nombre de Quitamiedos. Y (me
adelantaré a los detalles) mi ansiedad ha quedado satisfecha.
Con una
sabia medición de tiempos y de enfoques narrativos, Quitamiedos es otra joya literaria, llena de motoristas
decapitados, coleccionistas obsesos, niños que se resarcen de la humillación ejecutando
una venganza freudiana, duquesas melindrosas, antropólogas que resumen las
peculiares costumbres de una tribu brasileña, vacunas irregulares que necesitan
ser probadas en la clandestinidad o esposos infieles que se ven envueltos en un
accidente del que no saben cómo salir. Y sobre todos los relatos, majestuosa y
unánime, se extiende la elegancia de un autor que manera el idioma
espléndidamente (nos habla del “manso silencio” de un garaje o de un hombre
cuya estatura “flirteaba con el enanismo”), que siempre queda puesto al
servicio de una narración convincente y enérgica.
Lo dije y lo repito: aquí hay escritor. Un estupendo escritor. Talentura ha sabido darse cuenta, y eso honra a los responsables. Disfrútenlo, porque no hay tantos de su talla, pese a la estruendosa publicidad de las grandes editoriales.
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