Cuando
cogí del estante estas Vidas escritas
de Javier Marías y leí el prólogo que las presentaba supe que el volumen podía
llegar a interesarme, porque reunía tres ingredientes seductores: temática
biográfica, curiosidades de escritores y la prosa ensayística del autor
madrileño, quien afirma que estas peculiares semblanzas “están contadas
principalmente, creo, con una mezcla de afecto y guasa” (aunque se apresura a
añadir que del afecto prescindió cuando redactaba las notas sobre James Joyce,
Thomas Mann y Yukio Mishima).
Así que
me senté en el sillón habitual y dejé que mis ojos se fueran deslizando por las
primeras páginas, en las cuales me encontré con todo tipo de detalles
llamativos. Por ejemplo, que Faulkner enterró personalmente a su hija Alabama,
que murió a los cinco días de nacer; que Lampedusa hablaba con cada uno de sus
perros en un idioma distinto; que Robert Louis Stevenson le pegó fuego
accidentalmente a un bosque y que participó (y venció) en varios concursos de
blasfemias; que Turgueniev detestaba a su madre y se humilló bochornosamente
para obtener el amor de la desdeñosa Pauline Viardot; que Nabokov odiaba un
sinfín de cosas, entre ellas el jazz, los toros, los insecticidas o los
transistores (la estrafalaria lista de sus repulsiones se puede consultar en la
página 145 de este volumen); que el amante de Oscar Wilde, el pizpireto Lord
Alfred Douglas, “era largo de bucles y corto de luces” (página 241); o que el
auténtico nombre del majadero megalómano y desquiciado Yukio Mishima era
Kimitake Hiraoka.
También
me ha asombrado y enriquecido descubrir pormenores asombrosos de las vidas de
autoras como Djuna Barnes, Emily Brontë o Isak Dinesen (esta última, al ser
interrogada por Arthur Miller acerca de qué médico le había prescrito su
singular dieta, compuesta por ostras, gambas, uvas y champán, se limitó a
mirarlo con desdén y susurrar: “Soy vieja y como lo que quiero”).
Pero
aparte de aprender y disfrutar también he tenido ocasión (y la tendrá toda
persona que avance hasta la parte final del libro) de someterme a un examen tan
curioso como grato: ¿quién es cada uno de los protagonistas (algunos repetidos)
que salen en las treinta y siete fotografías de la sección “Artistas
perfectos”? Los comentarios que Marías añade a las imágenes son auténtico oro
narrativo: qué maravillosa mirada
despliega sobre ellas.
Lean este libro: es un consejo de amigo.
1 comentario:
Gracias por la reseña e invitación.
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