Ignorar la existencia de Jordi Sierra i Fabra en el panorama
literario de nuestro país (y no sólo en el ámbito de la literatura infantil y
juvenil) es sumamente complejo, sobre todo porque es uno de los autores que más
edita y que más vende: más de trescientos títulos y diez millones de ejemplares
lo avalan. Que levanten la mano todos los autores españoles que superen esas
cifras.
Una de sus novelas más conocidas y celebradas es El asesinato de la profesora de Lengua,
un libro ágil, fresco y divertido, que nos traslada una historia realmente
impactante. La señorita Soledad es una docente hastiada de no obtener
resultados de ningún tipo con sus alumnos: ni aprenden las lecciones, ni
mejoran su ortografía, ni siquiera se leen las obras que les sugiere. Por
tanto, a punto de ingresar en una depresión, decide asesinar a uno de sus
alumnos… salvo que estos consigan detenerla antes, resolviendo una serie de
acertijos que les plantea en una carta.
Tasio y Gaspar (dos de sus peores alumnos) son los candidatos
perfectos para ser asesinados, y por eso se aprestan a resolver el enigma, con
la ayuda de Ana, la más lista de la clase. A partir de una primera pista, que
encuentran en el jeroglífico del periódico, se van enlazando y sucediendo las
complicaciones, para poner a prueba la capacidad deductiva y lingüística de los
chavales: juegos de palabras, juegos de ingenio, crucigramas, etc. Y lo curioso
es que conforme se van complicando las exigencias de doña Soledad, mayor es la
habilidad que los chicos y chicas desarrollan para superar las dificultades. Al
final de la obra descubrimos que todo ha sido un ardid de la profesora (en
colaboración con el equipo directivo del centro) para hacerles pensar, leer y
comprender que son más inteligentes de lo que ellos mismos creen.
Una historia estupenda, que puede convencer tanto a profesores como a alumnos, y que actúa como un auténtico imán en muchas de sus páginas.
1 comentario:
Siempre me ha atraído este título. Más que nada por eso de haber sido hasta hace nada profesor de Lengua y todos los profes sabemos que los alumnos muchas veces desearían -espero que metafóricamente- vernos muertos para así no amargarles la existencia. Además he leído cosas, precisamente con los alumnos, de Jordi Sierra i Fabra siempre con un magnífico resultado docente. A ver si no me olvido y la leo, vaya.
Un abrazo, Rubén
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