miércoles, 21 de abril de 2021

Alumbramiento

 


Adviertes que un narrador ha alcanzado un punto óptimo de maduración cuando, leyendo sus páginas, compruebas que se siente cómodo. Es decir, que fluye con naturalidad, sea cual sea el tema o textura del relato que pretende exponer ante nuestros ojos. Y Andrés Neuman, en Alumbramiento, parece estar muy cómodo. Es una sensación que percibo tanto en los relatos más extensos (que aparecen en la primera parte del volumen) como en los apuntes más juguetones, más libres, más breves, que se condensan en la zona final.

En virtud de ese aplomo, los lectores asistimos a una ceremonia de lectura y de escucha sumamente placentera, en la que nos dejamos seducir por el ritmo narrativo del escritor bonaerense, que nos habla de partos donde se invierten los papeles tradicionales (es el hombre quien está gestando a la criatura, y se encuentra a punto de darla a luz), de mujeres hastiadas que trazan rayas en la arena de la playa y exigen a su pareja que no las traspase, de niños que ignoran la malicia y asisten sin advertirlo a una infidelidad conyugal de su padre, de púgiles que extreman la parte estética de sus actuaciones, de intercambios epistolares en los que burbujea la mentira y el malentendido… o de oficinistas que acuden a su trabajo sin que ropa alguna los tape.

Establecido el pacto con los lectores, Neuman lo amplía sacándonos a colación a Gombrowicz o Queneau, haciéndonos sonreír con historias traviesas de poemas que son traducidos de forma inesperada, explicándonos la tristeza que atraviesa al escritor minusvalorado por el editor o regalándonos varios dodecálogos sobre el cuento.

Literatura variada, poliédrica, pulposa, esmaltada con solidez por un narrador de primera fila.

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