En 1985,
a la escritora Juana J. Marín Saura le nació entre los dedos un nuevo libro,
que le publicó el ayuntamiento de Alcantarilla. Se trata de Rondó veneziano. En él se diluye la rima
y se relaja ostensiblemente la métrica, adquiriendo las metáforas e imágenes
que burbujean en sus páginas una densidad pasmosa. Los adjetivos se vuelven
mucho más creativos (“plazas sonrientes”, p.40; “la lectura soleada del
periódico”, p.43); e incluso alcanza la suficiente confianza poética como para
jugar más arriesgadamente, utilizando algunos sustantivos como elementos
adjetivadores (“manos golondrina”, p.23; “calendarios luciérnaga”, p.60).
Pero lo
que más llama la atención es la cantidad de vocabulario que guarda relación con
el mundo de la música, circunstancia nada extraña si tenemos en cuenta los
estudios que la poeta realizó en el Conservatorio: pentagramas, acorde,
Stradivarius, acordeones, compás, Albinoni, Mahler, claves de sol y de fa,
flauta dulce, orquesta, adagio, sitar, clavicordio, concierto, diapasón,
violín, notas o sinfonía son algunas de ellas.
Temáticamente,
nos sigue hablando del dolor (“mi queja de pájaro exiliado”, p.17), del hondo
desgarro que le procuró la separación de la persona amada (“Te dije adiós y las
madrugadas se volvieron infinitas”, p.20) y de la constante memoria que esa
persona le sugiere (“Y te aguardo, preguntando a las hojas de mis libros / por
el paradero de tu suerte, / y te aguardo todos los segundos de mi vida, / todas
las gotas de sangre que me forman, / todas las angustias que me oprimen, / y te
aguardo como el perro fiel aguarda / la señal segura de su amo”, p.58).
1 comentario:
Se diluye la rima, se relaja la métrica. No necesito más.
Besitos 💋💋💋
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