El mismo
año en que publicó Las rutas del nómada
(1999), la escritora Cristina Morano (Madrid, 1967) vio cómo la Fundación Emma
Egea premiaba y publicaba su poemario El
pan y la leche, que era en buena medida un adelanto (textual y emocional)
de su posterior libro La insolencia,
que vería la luz en 2001.
En este
volumen publicado en Cartagena podemos observar las escoceduras de una niña que
sufrió en el colegio, hasta el punto de que “vomitaba todas las mañanas / al
pensar que debía enfrentarme con la clase” (p.26); y que, como consecuencia de
estos dolores, ha aprendido perfectamente lo que debe hacer: “Apretar los
dientes, no olvidar. / No decir nunca la verdad. / No confiar. No future” (p.28). A esta niña de orfandad
interior se le han llenado los ojos de desiertos, y ahora se mueve con soltura
(quizá con dolorosa soltura, quizá con impostada soltura) en el barrizal de la
autarquía; pero eso no le impide desear “estar más blandamente viva, / estar
hecha de pan y de leche, / no de este hierro / que oye amanecer” (p.29).
Se trata,
por tanto, de un manual de zozobras, de un dietario de heridas que el Tiempo no
ha podido cerrar. Y su lenguaje ya era en estas páginas el de una autora
firmemente consciente de sus posibilidades expresivas.
1 comentario:
Mi Reino por un poemario 😁 Ya sabes lo mucho que me gusta la poesía.
Besitos 💋💋💋
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