martes, 17 de septiembre de 2019

Viajar y escribir




Cuando un escritor nos propone un nuevo libro siempre nos está invitando a que lo acompañemos en un viaje. Y mientras caminemos a su lado nos hablará de personas, de sentimientos, de destinos, de muertes, de coincidencias, de silencios y de atardeceres. Compartirá con nosotros su pan y su vino. Dejará que nos asomemos (leve o profundamente) al brocal de su alma. Y nos autorizará para considerarnos, de un modo vicario, sus amigos.
Santiago Delgado (Murcia, 1949), que nos ha entregado tantos libros en prosa y en verso durante los últimos treinta y ocho años, reúne ahora en un volumen muy generoso sus experiencias viajeras por tres continentes bajo el título de Viajar y escribir. Y en sus páginas nos encontramos con una oceánica cantidad de escenas literarias, asociadas siempre al entorno donde se encuentra, que actúa como el detonante de la inspiración: en Corfú recuerda a Nausícaa, justo cuando descubre el cuerpo de Odiseo en la playa; en Creta le asalta la imagen del Minotauro, que nos explica en primera persona sus intenciones y sus motivaciones; Canarias le trae el recuerdo de la estancia que allí protagonizó Agatha Christie, pródiga en misterios y crímenes barrocos, y su visita al museo de Benito Pérez Galdós, en cuyas obras no hay “una palabra más hermosa que otra” (p.61); en Nueva York (que luego le ilustró Juan Bautista Sanz) se encontró con el Empire State, con el río Carlos… y con el palacio de los Vélez; escuchó hablar a Nefertiti en el Altes Museum de Berlín, con sus labios “equidistantes de la elegante finura y la sensual morbidez” (p.135); nos traslada desde Cerdeña la desafiante balada del bandido Calvisi; pone por escrito el remanso de meditación, belleza y café capuccino que pudo disfrutar en Milán (al que somos invitados los lectores); juega con la más lúdica polimetría en el poema que dedica a la estatua ecuestre del rey Wenceslao en Praga; o, por no desvelar todos los primores del volumen y dejar que sean los demás quienes accedan a la maravilla de estos recuerdos, nos explica en la página 281 la convicción lírico-insular de que “Ibiza es un haikú”.
Quienes ya conozcan el estilo literario de Santiago Delgado no necesitan muchas explicaciones más. Y quienes no, convocados quedan a aproximarse a este libro.

2 comentarios:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Ya me has liado con tu lingüística oséase palabrería 😅😅😅
Ahora voy a tener que leerlo también...

Besitos 💋💋💋

Santiago Delgado dijo...

Gracias de oro, Rubén.