Conocemos
los hechos literarios e históricos, por haberlos leído en prólogos y en
artículos especializados: la animadversión que Mariano José de Larra provocaba
en amplios sectores de la sociedad de su tiempo; sus amores con Dolores Armijo,
mujer casada que se distanció de él paulatinamente; su frustración por no ser
capaz de influir en la España del primer tercio del siglo XIX; la pistola con
la que se quitó la vida en febrero de 1837; el pasmo de su hijita Baldomera
cuando encontró el cadáver; los versos que leyó el joven José Zorrilla mientras
el cuerpo de Larra era introducido en el nicho…
Pero a
ese cúmulo de datos le faltaba la temperatura, la narración emocionada y
lírica, el buceo en las almas de los protagonistas. Y ahí es donde entran las
páginas de Flores de plomo, una novela
de Juan Eduardo Zúñiga fabricada con teselas y filigrana, con sintaxis
prodigiosa y detallismo embriagador. En los cuadros que componen el relato nos
encontramos con figuras históricas reconocibles y con anónimos figurantes:
Mesonero Romanos, mintiendo a Larra para ahondar en la tortura de su alma;
Dolores y su cuñada María Manuela, que atraviesan las calles donde alborotan,
gritan obscenidades y beben sin mesura centenares de personas vestidas de
máscaras de carnaval; la esposa del ministro don José Landero, que llora con
demasiada emoción la muerte del periodista; el sacristán de la iglesia donde
está expuesto el cadáver, que permite una visita anómala a sus restos; un
zapatero republicano, que sospecha que el aparente suicidio pueda ser un crimen
de los reaccionarios; Felipe Trigo, que recuerda a Zorrilla y a Larra bastantes
años después…
Un
recorrido bellísimo, duro, espléndidamente documentado y ambientado, por una
España y unos escritores que han quedado en los libros de Historia y de
Literatura.
Delicado
e inmejorable.
1 comentario:
Si es que el cotillismo me puede, me da igual Larra que la vecina de enfrente, si puedo enterarme de chismes, allá que voy 😆
Besitos 💋💋💋
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