En
ocasiones, dejamos que los pequeños detalles desfilen ante nuestros ojos sin
reparar en su delicada belleza. Y lo hacemos así, inocente y equivocadamente, porque
juzgamos que sólo en el fulgor y en la majestad reposa lo excelso. La perfección
teológica de la Capilla Sixtina, el esplendor polícromo del templo Meenakshi
Amman o la contundencia inapelable de la pirámide de la Luna en Teotihuacán nos
sobrecogen y nos dejan extasiados, pero después deslizamos nuestros ojos,
ciegos, por el tronco salomónico de un olivo o por el milagro diminuto de una
hormiga sin que nos fascinen sus prodigios.
La idea
central de este poemario de Andrés Trapiello reside precisamente ahí: en el
protagonismo de lo pequeño, que lleva al autor a convertir el universo volátil
de los pájaros en el leitmotiv de sus composiciones. La mirada no busca la
belleza, sino que la encuentra; y lo hace en los detalles menos esperados: en
el pequeño cadáver de ese gorrión (“menos que nada”) que ha quedado junto al
tronco de un árbol; en las huellas saltarinas que un ave ha dejado sobre la
nieve (“trazos cuneiformes”), hasta que el sol las derrita; en la sombra que un
silencioso vilano proyecta de manera cambiante sobre las piedras del camino; en
el nuevo nido que las golondrinas fabrican en el pórtico de una iglesia; en la
tristeza enjaulada con la que canta una perdiz, sirviendo de reclamo (y por
tanto de muerte) para sus compañeras.
Si
Francisco de Quevedo estipuló en una de sus estrofas más célebres que
“solamente lo fugitivo permanece y dura”, la mirada de Andrés Trapiello
corrobora esas palabras en los diversos tipos de poemas que nutren este libro:
pareados (“A dos violetas secas encontradas en un ejemplar de Jardines lejanos”), sonetos (“El árbol
de la ciencia”) e incluso composiciones más extensas (“La ventana de Keats”).
Una obra
llena de levedad y de sutileza que el sello Pre-Textos puso en las librerías en
el año 2004.
1 comentario:
Me has convencido con "el protagonismo de lo pequeño" totalmente.
Besitos 💋💋💋
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