Los
buenos libros de aforismos (porque también los hay abominables: no todo el
monte es orégano) destilan un aroma a reposo y decantación que los vuelve un
lujo para la inteligencia. El lector que decide bucear en sus páginas tiene que
deslizarse sobre ellos con pausa, sin urgencias, dejando que su mensaje cale y
se extienda por su cerebro: el matiz de los sustantivos, la intención
particular del adjetivo, el verbo usado, el ritmo que se imprime a la frase…
Todo cuenta para el buen escultor de aforismos; todo debe ser saboreado por el
buen lector de aforismos.
Ocurre en
Caso de duda, un delgado e intenso
volumen de Andrés Neuman que editó Cuadernos del Vigía en 2016.
Allí se
nos habla sobre amor frustrado (“Usted es una fiesta a la que no me invitan”),
psicología (“El cincuenta por ciento de cualquier insulto es un autorretrato”),
hedonismo (“El placer que se ahorra se malgasta”), la actualidad que nos rodea
(“Los medios nos informan sobre aquello que causan”), paradojas emocionales
(“Los pesimistas quieren evangelizarnos”), análisis anímicos (“El dolor es
contenido. El lamento, forma”), costumbres vocingleras (“La gente que habla
alto tiende a pensar bajo”), cleptomanías disculpables (“Alguien que roba un
libro para leerlo es más respetable que alguien que lo compra y nunca lo lee”)
o reflexiones sobre la escritura y la lectura (“Escribir: adelantarse a la
memoria”, “Leer fabrica tiempo”).
Una obra
llena de sabiduría, que nos suministra reflexiones hondas y perdurables sobre
muchos aspectos de nuestra vida.
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