Felipe
Augusto Matías, conde de Villiers de L’Isle-Adam (nacido en Saint-Brieu en 1838
y muerto en París en 1889), fue un personaje altamente peculiar, que no sólo se
dedicó al cultivo de la prosa, del teatro y de la poesía, sino que sostuvo
curiosas posiciones vitales, que lo llevaron a incurrir en la excentricidad y
en la megalomanía (al considerarse descendiente del Gran Maestre de Malta
interpuso una demanda tras la muerte del rey Otón de Grecia para que se le
considerara su sucesor legítimo). Suyo es el libro Los amantes de Toledo y otras historias insólitas, una selección de
textos que recopiló Luis Cayo Pérez Bueno y que publicó ElCobre Ediciones,
traducidos del francés por el propio Pérez Bueno y por Gema Gallardo Mantas.
La
edición nos ofrece una docena de narraciones en las que brilla el humor ácido,
amargo y desencantado de Villiers, la rica adjetivación de su prosa y la
perversa e indeclinable astucia que siempre tuvo para concebir argumentos que
sorprendiesen a los lectores y sirvieran para desenmascarar los mecanismos
habituales (que él consideraba hipócritas y ridículos) de la burguesía de su
tiempo. Con la posible excepción de “La casa de la felicidad”, que resulta
bastante artificial y estomagante para los paladares del siglo XXI, todos los
demás textos exhiben virtudes estilísticas de notable calado: “La leyenda moderna”
es una historia que hubiera firmado con orgullo Giovanni Papini (y que hubiera
incorporado sin vacilaciones a su libro Gog);
“El sadismo inglés” es una durísima diatriba contra las aficiones pedófilas de
este pueblo europeo; “El secreto de la hermosa Ardiane” nos cuenta los extraños
amores entre un bombero y una mujer vasca, que lo ha atraído junto a ella de la
única forma posible; “El heroísmo del doctor Hallidonhill” es una cínica
metáfora descarnada del cientifismo, que por aquel entonces ya estaba comenzando
a infectar la vida de la sociedad; etc.
Un
volumen, pues, ante el que conviene aplaudir como lectores. Nunca es tarde para
descubrir a un nuevo autor.
1 comentario:
Vaya vaya vaya...lo leí hace un tiempo...¿Era justo que Dios condenara al hombre a la felicidad?, recuerdo esta frase al comienzo del cuento de los Amantes, pero no recuerdo de quien era la cita, tal vez suya, no se. No recuerdo muy bien el resto de cuentos, pero si lo mucho que me gustó leerlos.
Besitos Profesor.
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