Ángela
Álvarez Sáez (Madrid, 1981), que obtuvo con esta obra el IX Premio de Poesía
Joven Antonio Carvajal, recurre a la anécdota que reprodujo Stephen Hawking en
la primera página de su Historia del
tiempo: la de una señora que, tras escuchar una conferencia científica,
intentó convencer al ponente de que todas las especulaciones de los astrónomos
estaban equivocadas, y que el mundo, en verdad, no respondía a sus cálculos
geométricos y orbitales, sino que era simplemente una superficie plana sustentada
por una columna de tortugas. ¿Por qué elige esta anécdota risible la poeta
madrileña? Creo que lo hace para decir que la realidad no tiene por qué ser
como nos cuentan; y que toda voz joven puede (y quizá debe) rebelarse contra
los convencionalismos, y proclamar su verdad paralela, su modo distinto de
re-crear el mundo desde posiciones libérrimas.
En este
volumen, publicado con exquisitez por la editorial Hiperión, donde la poesía se
desborda en oleajes que adquieren forma de prosa, encontramos un caudal de
propuestas que se confunden y se enriquecen entre sí: elementos oníricos,
aproximación y mezcla de diversas pulsiones culturales (los asirios se unen a
Faulkner, Janis Joplin comparte espacio con Mozart). Y Ángela Álvarez elige
para organizar este bombardeo de imágenes una estructura orgánica dividida en
cinco bloques, que coinciden con los cinco sentidos (“Algunos poemas son
capaces de producir sensaciones en cada parte del cuerpo”, nos dice en la
página 43). Pero, curiosamente, da la sensación de que ordenase “al revés” la
intensidad poética de estos bloques: olfato, gusto, tacto, oído, vista. De esta
original manera, es como si la obra creciese en lirismo, iluminándose desde
dentro y poblándose de ritmos y de colores, y llega a adquirir una densidad de
imágenes que anonada por su madurez y contundencia (“El silencio como una
aspirina efervescente en un vaso en el que todavía no hemos vertido el agua”,
nos indica en la página 50).
La autora
renuncia a la métrica, a la rima e incluso a la servidumbre más bien
aherrojante de las cárceles estróficas; y se deja llevar por una influencia
letánica que le viene muy bien al espíritu de la obra, llena de oxígeno joven.
Igualmente, llamará la atención de quien recorra las páginas de este libro su
enorme poder verbal, y la manera seductora en que la poeta busca su propia
metafísica (“Hasta que no crucé la línea trazada entre la gramática y el
presente no tuve conciencia de estar sangrando”, página 54).
1 comentario:
Solo con tus recomendaciones tengo ya una lista que parece los rollos del Mar Muerto 😁
Y claro, una más.
Besitos 💋💋💋
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