domingo, 11 de noviembre de 2018

El colmenero divino




Es cierto que fray Gabriel Téllez fue un dramaturgo magnífico, que influyó de notable manera en el desarrollo escénico español del siglo XVII y que redactó obras excelentes, como El condenado por desconfiado o Don Gil de las calzas verdes. Mi admiración, en ese ámbito, la tiene garantizada. Pero desde que me ocupo de insertar en este blog mis opiniones sobre los libros que voy leyendo siempre he respetado una consigna inquebrantable: decir la verdad. O, para ser más exactos y menos petulantes: mi verdad. También ahora lo haré.
He leído el auto sacramental El Colmenero divino y, con franqueza, creo que resulta un texto estomagante y difícil, apto para muy poquitos paladares. Al principio, Tirso de Molina apuesta por la originalidad (él mismo nos advierte de “la novedad de la metáfora”), mostrándonos a los personajes bíblicos (Adán, Eva, Caín, san Pedro, Judas) como sucesivos jugadores en una larga partida de cartas; pero pronto esa inventiva se va apagando y el mercedario se desliza hacia unas posiciones literarias y teológicas mucho más convencionales. Comienza entonces a hablarnos de un colmenero que decide instalarse en la zona pero que muestra su inquietud por la presencia de un feroz oso, que quizá destroce sus cuidados panales. Escasas docenas de versos nos bastarán para comprender que el citado colmenero es el Colmenero, que el oso representa al Diablo y que las tímidas abejas son las almas, perturbadas por las tentaciones sensuales del Mundo pero que, finalmente y como no podía ser de otro modo, acaban volviendo al redil con luz en los ojos y éxtasis en su corazón, mientras cantan alabanzas al Altísimo.
Muchos bostezos garantizados.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Ya bostezo bastante últimamente como para echar más leña al fuego 🙄
Tirso Tirso, que saborío eras...😅

Besitos 💋💋💋