Volvemos
a encontrarnos en esta novela de José Luis Castillo-Puche, como en otras suyas
donde el caudal autobiográfico es igualmente potente, con Pepico, que tuvo que
criarse en el ambiente violento, absurdo, fanático, montaraz y cazurro de
Hécula, y que vivió una niñez acongojada con religiosidades atosigantes, a la
que define como “débil, enfermiza, atormentada” (pág. 164); y nos encontramos
con su hermana Rosa, quien una vez lo disfrazó de golfillo vendedor de
periódicos (la referencia está en las primeras líneas de Conocerás el poso de la nada); y nos topamos sobre todo con sus
egoístas y mezquinos tíos Cirilo y Cayetano, a quienes etiqueta sin ambages de
“energúmenos de lo eterno” (pág. 28), de “dúo macabro con apariencia beatífica”
(pág. 33) y de “administradores de la devoción y del miedo” (pág. 206). Ellos
fueron quienes llenaron de acíbar sus años infantiles, quienes no dejaron que
la madre de Pepico se casara en segundas nupcias con el viudo don Rosendo,
quienes lo obligaban a salir con los auroros.
En ese
retrato familiar lleno de tonos negros, ríspidos, que lo inundó todo con su
vinagre (“Qué difícil es librarse de los fantasmas que acompañaron tu niñez”,
pág. 194) presenta un único elemento simbólico que le aporta luz al
protagonista: el mar. Sus aguas coloreadas y frescas representan para el
muchacho “la mayor obsesión, una fiebre, una necesidad que yo creo que por
aquellos días iba unida para mí al ansia de liberación de todo, a la necesidad
de olvido, de lejanía, oh, zambullirme en el mar…” (págs. 129-130); y, cuando
la imagen se perfecciona en su interior, llega a sentirlo como “un comienzo de
vida nueva y para siempre donde los demonios de mi infancia, todos los
demonios, los interiores y los externos, se iban a meter y ahogar en la corriente”.
Una
novela dura, sincera, atormentada y sofocante, que el yeclano José Luis
Castillo-Puche tuvo la generosidad de compartir con sus lectores con el título
de El libro de las visiones y las
apariciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario