Acabo un
libro de
relatos de Bertrand Russell, que me traduce Luis Conde Vélez y que me ha
entretenido durante unas horas: Satán en
los suburbios (Luis de Caralt, Barcelona, 1964). La obra no es un prodigio
narrativo (al gran pensador y gran ensayista que era Russell no tenía por qué
dársele igual de bien la confección de cuentos), pero lo he leído con agrado.
Encuentro que en
este volumen están muy bien la amenidad de “El beneficio de la clerecía”, el
oscurantismo infantil de “Las ordalías corsas de la señorita X” o la
brillantemente descrita conjura de silencio en “Los guardianes del Parnaso”.
Pero sin duda lo que más me ha gustado ha sido “Satán en los suburbios”, que da
título al tomo, por la inquietante personalidad del doctor Mallako,
sugestionador e inductor de acciones que los más ejecutan libremente. Es verdad
que el Diablo es el Tentador, pero nunca he tenido muy claro que eso fuera una
culpabilidad: más bien se me antoja el desvío comodón de las ajenas.
Después de haber
leído algunas obras que pertenecen a la “parte intelectual” de Russell quería
conocer también las otras, como la puramente literaria. Y creo que la
exploración no ha sido decepcionante.
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