Miguel de
Unamuno presenta una peculiaridad (que algunos tildan de problema y otros de
seducción) en sus piezas teatrales: que están impregnadas de ideas,
encarriladas con ideas, dirigidas hacia ideas y moduladas por ideas. No parece
haber vida auténtica en sus personajes, ni diálogos “humanos”, ni situaciones
“naturales”. Todo se antojan mecanismos y marcos dispuestos para la exposición
y el desarrollo de una tesis, de tal modo que se produce en el lector (e
imagino que en el espectador) una especie de asfixia conductista. El abrumador
empeño que siempre manifestó por crear en sus novelas “personas” no palpita con
igual intensidad en sus páginas teatrales, donde sobresalen el cartón piedra y
el melodramatismo palabrero.
Los
diálogos, en el mundo escénico de Unamuno, siempre pecan de filosofismo. Los habitan infinidad de
juegos de palabras, paradojas, filigranas verbales de las que se extraen
lecciones nuevas y hasta aventuras léxicas (como cuando Julio Macedo se
aventura en estas páginas a proponer la palabra “poeta” para las mujeres y la
voz “poeto” para los varones). Sus personajes entablan, más que diálogos al
uso, auténticos duelos dialécticos llenos de ingenio e intelectualismo Pero
quizá esas características (y lo apunto como posibilidad) no resulten menos
disculpables que el lirismo o el prosaísmo de otros autores, que exploran unas
directrices alejadas del habla media.
En Sombras de sueño se nos presenta a dos
protagonistas principales: la joven Elvira Solórzano, que vive con su padre en
una isla y que se refugia de la soledad leyendo continuamente la biografía del
héroe Tulio Montalbán, de quien anda secretamente enamorada pese a las
informaciones que lo declaran muerto; y Julio Macedo, un visitante foráneo que
ha llegado a la isla y que, para sorpresa de sus habitantes, parece decidido a
instalarse definitivamente allí. A partir de ese momento se produce un
acercamiento entre ellos, que irá llenándose de matices sorprendentes.
Don Quijote,
la fantasía, el cambio de identidad, el mar, la huida del propio destino, la Historia o el amor
verdadero serán piezas de un puzle intelectual que no emociona pero que puede
distraernos durante un par de horas.
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