Juan Eugenio Hartzenbusch es de esos
dramaturgos cuyo nombre hemos visto en los libros de texto, nos han resultado
sonoros o peculiares… pero a los que, por regla general, no solemos acercamos
como lectores.
Hoy rompo esa inercia (en la que reconozco
haber naufragado en más de una ocasión) para recorrer las páginas de Los amantes de Teruel, una de sus piezas
más emblemáticas. Y seré tan honesto como siempre soy en este Librario: me ha
parecido una obra notable, que he leído con gusto.
En ella
seguimos las peripecias amorosas de Diego Marsilla, que se alejó de su amada
Isabel para buscar fortuna durante seis años y merecerse así su mano. Por
crueldades del Destino se encuentra preso en las manos del rey moro de
Valencia… cuya esposa, como no podía ser menos para enredar la acción romántica,
se enamora fatalmente del seductor cautivo cristiano. Entretanto, en su Teruel
natal el poderoso don Rodrigo de Azagra acumula méritos para obtener en
matrimonio a Isabel, que espera con ansiedad el retorno de su amado. Don
Rodrigo, que ha efectuado innumerables buenas acciones para ganarse el favor de
la chica y de su familia (sería mezquino no reconocerle esas virtudes), no
dudará al final en recurrir al chantaje. Justo después de celebrarse la boda,
don Diego Marsilla conseguirá regresar y se encontrará con la desagradable
noticia de que su prometida ya no le pertenece.
Alternando
prosa y verso, Hartzenbusch consigue en estas páginas un ritmo móvil, flexible
y lleno de gracia, que consigue que pasemos por alto los sabidos infantilismos
de los dramas románticos: impetuosas declaraciones de amor más bien
hiperbólicas, muertes súbitas causadas por la pena, anagnórisis más aparatosas
que creíbles, etc.
Podríamos
decir que sobrevive a la zozobra del tiempo, lo que no es poca cosa.
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