sábado, 17 de agosto de 2024

El jardín quemado


 

El sanatorio psiquiátrico que dirige el doctor Garay presenta características de lo más peculiares: no se administra a los pacientes ningún tipo de medicación; las visitas, sin estar prohibidas, se autorizan con cuentagotas; y el patio (el “jardín”, en palabras de Garay) presenta un aspecto desolado, cubierto por ceniza. Pero esa situación será cuestionada por la joven doctora Benet, quien teóricamente está realizando en el centro sus prácticas de licenciatura, aunque su objetivo es otro: aclarar qué ocurrió allí en mayo de 1939. En aquella fecha fatídica, un grupo de soldados fascistas victoriosos irrumpió en el lugar, sembraron el terror, se bebieron el vino que Garay les ofreció para tranquilizarlos y congraciarse con ellos y, al fin, el capitán del grupo pronunció diez palabras fatídicas: “Por lo menos debe de haber doce rojos ahí fuera”. Para que el furor homicida de aquellos malnacidos no alcanzase dimensiones más terribles, alguien tenía que señalar a las víctimas que iban a ser fusiladas. Y se hizo. Ahora, la doctora Benet está convencida de que uno de los ajusticiados fue el poeta Blas Ferrater, cuya última obra se perdió. Es el momento de interrogar a todos los presentes, para decidir quién pronunció los nombres y aplicarle el castigo judicial adecuado (“La democracia va a levantar muchas máscaras”, sentencia Benet). La gran pregunta es si será posible, si los miembros de aquella comunidad están preparados para hablar; y, mucho peor, si están preparados para asumir que la guerra ha terminado y que son libres para abandonar los muros de aquel centro. Garay no lo tiene muy claro (“¿Quién los está esperando? ¿Qué hay para ellos ahí fuera? No podrían reconocer ese país al otro lado del muro. Estos hombres fueron vencidos. No pueden volver a un país que no fue posible. Fuera del jardín, enfermarían”), pero deja que Benet formule sus preguntas. Otra cosa será que consiga encajar las respuestas.

Una obra sinuosa, densa y llena de símbolos terribles, que demuestra la maestría teatral de Juan Mayorga, quien consigue enfrentarnos con los peores fantasmas de nuestro ayer y de nuestro interior.

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