Pronto
comenzaremos a vivir (si no lo estamos haciendo ya) en un mundo extraño, distópico
y manipulador, en el que dejaremos que desde multitud de pantallas nos
arrebaten nuestras ilusiones, nuestra libertad y nuestra capacidad de
pensamiento. Como contrapartida, recibiremos (incluso con alborozo) una
calderilla engañosa integrada por algoritmos que detecten o dictaminen nuestros
gustos, teléfonos móviles que nos controlen posicional, comercial y
mentalmente, redes sociales que nos entretengan en nuestro tiempo “libre”
(George Orwell debe de estar carcajeándose) y modas rapidísimas e imbéciles,
que sirvan al Poder para moldear nuestras reacciones: es decir, un buen caudal
de idioteces recubiertas de purpurina, que nos acorcharán de estupidez y que no
nos dejarán advertir la grave alienación a la que seremos (o estamos ya siendo)
sometidos. En las páginas de La cabeza y el sombrero, que publica el
sello Balduque, el escritor Óscar Fajardo nos invita a reflexionar en sus
relatos sobre esa situación, que nos mantiene embobados con sus engañifas
cibernéticas y su carrusel de vaciedades.
Para
que abramos los ojos, nos muestra un barrio invadido por el estruendo etílico
de las terrazas (“Coto privado”); un juez que tiene que dictar sentencia en un
caso tan moderno como desconcertante (“Perder el juicio”); un complejo
tecnológico que se asoma al borde del colapso cuando se detiene el sector H-25
(“El movimiento infinito”); una extraña tienda de complementos, donde se entra
por impulso, se compra por sugestión y, al final, eres tú quien se amolda a las
características de lo adquirido (“La cabeza y el sombrero”); el miedo
irreflexivo que zarandea a una pareja que, desde su ventana, contempla todas
las noches a dos personas que se mueven en la oscuridad (“Las nueve y media”);
o esa agria y estremecedora metáfora sobre el futuro del planeta, en la que un
hombre, por avaricia, gula y locura, se labra (y labra para el resto del mundo)
un destino aciago (“Bon appétit”).
Con unas historias de respiración sofocante, Óscar Fajardo nos dibuja un mundo en el que, posible y comprensiblemente, no queremos fijar la mirada, pero que tiene todas las trazas de ser el que nos espera a la vuelta de pocos años. Lean este libro si quieren formar parte de la Resistencia. Absténganse los integrados.
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