La
religión (y en parte la filosofía) han dedicado buena parte de sus esfuerzos a
introducir en nuestras mentes la dicotomía Bien/Mal, la zona de luz y la zona
de sombra, el ámbito alegre y el ámbito siniestro. Y el desarrollo de los
siglos ha ido nutriendo esa polaridad con millones de matices, que han
convertido esos dos espacios en un incansable conflicto bélico: el Bien y el
Mal luchan entre sí, bien en el territorio anímico, bien en la realidad social
o espiritual. Por muy leve número de ejemplos que quisiéramos aportar
sofocaríamos esta reseña.
El
novelista César Mallorquí, que nos ha facilitado obras prodigiosas basándose en
la narración de esa pugna, lo hace también en La catedral, una excelente
pieza que obtuvo el premio Gran Angular en el año 1999 y que nos sitúa en plena
Edad Media, en el mundo de los maestros canteros, de las desigualdades
sociales, de los miedos atávicos y de las órdenes militares. Su protagonista es
Telmo Yáñez, un adolescente de catorce años que ha conseguido alcanzar un
notable dominio en las técnicas escultóricas y que, pese a su timidez e
inseguridad, es convocado hasta Kerloc´h, en plena Bretaña, donde está
construyendo una enigmática catedral, alejada de todas las rutas de peregrinos
y subvencionada por la también enigmática Orden del Águila de San Juan, que
acudió a Tierra Santa para pelear por la fe y volvió convertida en una
institución riquísima. Los problemas surgen cuando empiezan a acumularse las
anomalías durante las obras: trazado poco convencional de su planta,
ornamentación extraña, personajes que aparecen muertos o que directamente
desaparecen… ¿Qué está ocurriendo, en realidad? ¿Cuál es la cenagosa
explicación de estos inquietantes detalles?
Un antiguo altar de sacrificios celta, un judío que se convierte en espía del Papa, una cripta oculta, un loco que parece poseer la clave del enigma y una inscripción impresa con sangre en una pared se suman al ambiente general de misterio, en el que casi nada es lo que parece y que se termina resolviendo de forma prodigiosa. O sea, puro César Mallorquí, el Gran Maestre de la novela juvenil española.
1 comentario:
En mis años de profesor de instituto más de una vez leímos con los chicos alguna de las novelas de César Mallorquí. Mis compañeros preferían las de ambientación medieval como esta que comentas. A mí, si te digo la verdad, casi todas las que hablan de catedrales, su construcción y tal me recuerdan a "Los pilares de la tierra", novela que pese a su gran éxito a mí no me atrajo demasiado.
Un abrazo
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