Es
posible que los seres humanos nos parezcamos, más de lo que nos gustaría (al
fin y al cabo, la vanidad nos puede), a ese barquito de papel sobre el que
compuso una canción Joan Manuel Serrat: pequeños artefactos sin brújula,
movidos por el viento y sometidos al vaivén azaroso de las aguas. Miramos a
nuestro alrededor y no entendemos; miramos hacia el cielo y no entendemos;
miramos nuestras manos y, con un estremecimiento, tampoco entendemos. Somos
árboles de un bosque inabarcable, células de un organismo demasiado vasto,
luces perdidas en una oscuridad impenetrable.
La
escritora Susanna Tamaro nos propone en Respóndeme un tríptico narrativo
sobre esas zozobras, que nos llevan hacia cuevas demasiado tenebrosas. En el
primero de los relatos (“Respóndeme”), una chica llamada Rosa, que solamente ha
conocido el envés de la vida, se adentra por un sendero de autodestrucción, que
incluye el sexo alcoholizado, el robo y la iconoclastia, hasta llegar a un
punto sin retorno. En el segundo (“El infierno no existe”), una viuda
reconstruye para nosotros su experiencia matrimonial, erosionada por la
desdicha y craquelada por las rudezas de un marido maltratador, que odió desde
el nacimiento a su hijo Michele, al que consideró débil y quizá bastardo. Y en
el tercero (“El bosque en llamas”) advertimos con horror creciente cómo los celos
conducen a un esposo hacia conductas tan deplorables como sangrientas.
Pero
la sustancia de estos relatos, insistiré en ello, no se reduce a los pormenores
argumentales, sino que proviene de la reflexión lúcida, filosófica, desgarrada,
sobre las tristezas desorientadas del ser humano, que es incapaz de descubrir
el camino de la felicidad y que, ahogado en un cuenco de lágrimas, manotea con
una desesperación creciente mientras ansía la luz.
Ya dije, en una de mis primeras reseñas de la autora italiana (https://rubencastillo.blogspot.com/2021/12/para-una-voz-sola.html), que sus obras me parecían irregulares, pero que no desdeñaba la posibilidad de cambiar de idea si mis siguientes lecturas resultaban más satisfactorias. Pues bien: lo son. Susanna Tamaro cada vez me convence más y me interesa más. Seguiré con ella.
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