Salí
de la universidad de Murcia en 1990, habiendo recibido allí durante cinco años
clases de algunos profesores magníficos. Poco después, cuando estaba ya en la
recta final de mis oposiciones docentes, me llegó la noticia de que uno de
ellos, Vicente Cervera Salinas, acababa de ser reconocido en los premios
América de poesía por su primera obra en verso. Se titulaba De aurigas
inmortales, y vio la luz en 1993. No pude leerla de forma inmediata (el
ejército se empeñó en que me incorporase a sus filas), pero sí que lo hice un
poco después. Y ahora, casi treinta años más tarde (Dios mío), vuelvo a ella.
Es
un libro magnífico, sin duda. En él descubrimos al joven embriagado por los
aromas de la cultura, al joven que rinde culto extasiado a la belleza, que
compone unos estupendos poemas donde Kierkegaard, Novalis, Pessoa, Yeats o
Eluard nos dejan oír sus voces, llenas de pensamiento, reflexión y oportunas
remembranzas biográficas; y nos dejan también (gracias a la magia del
poeta-médium) penetrar en sus almas heridas, en sus corazones maltrechos. Muchas
veces, descubrimos con rapidez la identidad de la persona destinataria (Juan
Ramón Jiménez se dirige a Zenobia; Antonio Machado, a Leonor; James Joyce, a
Nora); pero en otros casos tendremos que acudir a Internet para descifrarla
(¿quién es la Minny a la que invoca Henry James o la Laura a quien habla Robert
Graves?). Ese es otro de los encantos del volumen: la excitación intelectual,
amplísima, que genera en las personas decididamente curiosas. Es posible que,
para quien desconozca las ideas de (pongo por caso) Novalis, pueda resultar
complejo adentrarse en el espíritu profundo del poema que Vicente Cervera le
consagra. Pero creo que la respuesta más inteligente por parte de la persona
que lee consiste en aceptar el reto, la invitación, que el autor le desliza de
forma implícita con sus versos: conóceme. Acércate para entenderme. Accede al
arca de mi corazón. Y ahí, se lo aseguro, esplende la luz.
Dueño de una sensibilidad exquisita y de una cultura vasta y contagiosa, Vicente Cervera modeló en esta primera entrega poética un trabajo realmente hermoso, que me ha encantado releer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario