domingo, 24 de marzo de 2024

Un lugar soleado para gente sombría

 


Siempre he distinguido con nitidez entre el terror y el horror. No se trata (me apresuro a explicarme) de una cuestión semántica pura. Ni soy lexicógrafo, ni los diccionarios me suelen conceder la razón, pero para mí está muy claro: el terror puede ser puntual (un susto paralizante, que nos golpea de improviso) o gradual (puede ir creciendo, revelándose con dimensiones cada vez más oscuras). El terror brota y nos golpea. El terror nos sacude o nos paraliza. El horror, en cambio, es para mí otra cosa: el horror es niebla, envoltura, indefinición. El horror es atmósfera mefítica. Es un aura que lo impregna todo y que empapa nuestras sensaciones. Y en ese ámbito Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973) se mueve con comodidad y eficacia. En los doce relatos que se alinean en Un lugar soleado para gente sombría (Anagrama, 2024), la escritora argentina ha construido con singular tino ese halo envolvente que barniza sus propuestas: una doctora que vive en un barrio seriamente conflictivo y que descubrió hace tiempo que tenía la asombrosa capacidad de ver y calmar a los fantasmas; una chica a la que se descompone la piel de la cara (se le llena de llagas y gusanos); unos pájaros que son en realidad mujeres que han sufrido una transformación; gatos ahorcados con un collar de perlas; una muchacha obesa, que disfruta teniendo relaciones sexuales con espíritus (los hombres y mujeres visitados por esas presencias ultraterrenas se reúnen en The Marjorie Cameron Church in the Desert); una mujer a la que extraen un mioma y decide practicarse con él una inquietante cirugía; la lujosa ropa de una mujer fallecida, que transmite a las nuevas propietarias las heridas brutales que ella sufrió; espejos que devuelven imágenes imposibles; camas en las cuales se tumba a nuestro lado una persona moribunda… El catálogo de imágenes sofocantes o que se adentran en la insania resulta abrumador. Nadie gana a Enriquez en riqueza (y discúlpenme el juego de palabras, que ha salido sin premeditarlo y que mantengo con cariño): el poder de su literatura es tan eficaz como sobrecogedor. Lo conocíamos, sí, pero en las páginas de Un lugar soleado para gente sombría alcanza un fulgor mesetario.

Busquen la obra y dedíquenle unas horas de su tiempo. Me lo agradecerán.

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