“Guerra”
es (nadie, desgraciadamente, necesita que le expliquen el significado de esa
palabra) un conflicto violento, en el que se producen muertes y atrocidades.
Pero el hecho de que el protagonista de esta historia (el escritor bonaerense
Lucas) se despierte varios días y su esposa le comunique que ha pronunciado
otra vez esa palabra durante la noche no indica que se trate de una persona
obsesionada con el mundo militar, o que esté viendo demasiadas películas
bélicas, o que se encuentre componiendo una novela con esa temática, sino que
tiene, en secreto, una amante llamada Magalí Guerra, que vive al otro lado del
río, ya en territorio uruguayo.
En
realidad, si queremos ser rigurosos, llamarlos “amantes” quizá resulte un poco
excesivo, porque nunca han hecho el amor: se conocieron durante una reunión
literaria, se dieron algunos besos impulsados por el alcohol, se acariciaron
con más pasión que premeditación… y han ido difiriendo la entrega total, porque
él es un hombre casado, ella tiene novio y, además, siempre se les acercaba
alguien cuando estaban a punto de entregarse al sexo. Ahora, por fin,
aprovechando un viaje que Lucas tiene que realizar a Montevideo para cobrar
allí una importante cantidad de dinero por sus libros (la gestión bancaria en
su ciudad, por motivos fiscales, le resultaría mucho más gravosa), decide que
es el momento de alquilar una buena habitación de hotel y reunirse allí con
Magalí, quien acaba de romper con el novio.
Ustedes podrían preguntarme: ¿Va a resultar todo tan sencillo, tan excitante y tan placentero como a primera vista parece? Mi respuesta tendría que ser negativa: a Lucas le esperan unos acontecimientos traumáticos que lo golpearán con saña, y que lo van a marcar para el resto de su vida. Ustedes podrían preguntarme también: ¿A quién le está contando Lucas esta historia, utilizando la primera persona narrativa? Mi respuesta quizá les sorprenda: a su esposa, Catalina. Permítanme que no les explique por qué: les dejo esa sorpresa lectora a ustedes.
Fluido, convincente y hábil, Pedro Mairal llega a mis ojos por primera vez con esta novela sobre las vacilaciones de la edad, los arrebatos imparables de la pasión amorosa y los despiadados laberintos del desengaño y la duda; y me ha dejado una gratísima impresión, que pronto buscaré corroborar en otros libros suyos.
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