La
primera vez que cayó en mis manos (o en mis ojos) un escrito de Enrique Gallud
Jardiel fue en 2018: el estupendo prólogo que le puso a Gacetilla rimada,
de su abuelo Enrique Jardiel Poncela. A partir de él conocí la labor extensa y
polifacética de este valenciano, del que ahora me leo el volumen Oficios que
no valen la pena, editado con el sello Dokusou, donde se nos habla de un
buen número de profesiones sobre las cuales pende la sombra del descrédito, la
mala fama y otras penalidades: los letrineros, los mercenarios, los
inquisidores, los adivinos, los sexadores de pollos, los cineastas españoles o
los carceleros. Y para abordar esas aproximaciones recurre tanto al verso como
a la prosa, incluyendo en este último bloque unas divertidas secuencias
teatrales cuyos protagonistas son personajes tan heterogéneos como Galileo
Galilei, el Cid Campeador o el conde Olinos.
El
peligro que suelen correr los autores que pretenden hacerse los graciosos no
afecta ni de lejos, créanme, a Enrique Gallud, porque él sí que es chispeante,
ingenioso, inteligente y versátil. Domina los registros del humor y los baraja
con brillantez, pero igualmente es admirable a la hora de combinarlos con
instantes donde prima la seriedad (léanse, por ejemplo, su feroz posición
antitaurina; o su desdén indignado por las personas que eligen la caza como
distracción; o su tristeza cuando constata el modo en que la televisión y el
resto de medios nos manipulan para que permanezcamos en la peor de las
ignorancias). Y qué quieren que les diga: a mí un libro que me hace sonreír y,
a la vez, me hace pensar, ¿cómo no va a gustarme?
Una obra para pasar buenos ratos (en los labios y en el cerebro) y que satisface tener en la estantería para abrirla de vez en cuando, al azar, y dejar que nos vuelva su aroma.
1 comentario:
Muy amable. Agradezco de verdad este aprecio de mi libro.
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