Finn,
Sara, Anne y Miguel son unos jóvenes que viven en la isla Alegría, en pleno
Trópico, desde que esta propiedad fue puesta en sus manos por el capitán
Mandayville. Y la gran alteración de sus vidas se produce cuando a la costa
llega un náufrago moribundo, cuyas últimas palabras aluden a un halcón de oro y
piedras preciosas que perteneció al emperador Carlos V, que permanece desde
hace décadas en paradero desconocido y que ahora puede ser recuperado. Como se
puede observar, un planteamiento muy sugerente que sirve como arranque para
esta novela juvenil que, con el título de La traición, firma Paul Thiès,
traduce Ana Mª Navarrete Curberlo y publica Edelvives. Y ahí, me temo, se
acaban los primores de la obra, porque el resto está desdibujado, resulta
confuso, incurre en lo inverosímil o provoca el enarcado de cejas de los
lectores. ¿Un muchachito que fue rescatado de su condición de esclavo y que
ahora recita largos fragmentos poéticos de John Donne (p.22), prepara banquetes
“dignos de Lúculo” (p.41) y cuando ve a la chica amada siente que “Shakespeare,
Ronsard o Petrarca hablan en mi lugar” (p.83)? ¿Un muchachito que se fuga de un
campamento de esclavos porque consiguió ocultar belladona en polvo entre su
pelo, preparó un veneno para distraer a sus captores y luego encontró un
oportuno objeto metálico en pleno manglar, con el que fabricó una sierra para
separarse de sus cadenas? Se podrían aducir más ejemplos, pero estimo que
incurriría en la saña.
Creo
que la existencia de ese halcón legendario, ahora escondido en un lugar que dos
manuscritos protegen, daba para más (para mucho más) de lo que Thiès logra en
sus páginas, en las que se frena y se acelera sin medida, en las que todos sus
personajes varían de textura emocional como dando brincos y en la que incluso
el descubrimiento de la joya provoca bostezos en el lector, por la forma
grisácea y desmañada con la que describe su recuperación. Es como si las
películas de Indiana Jones las hubiera rodado Ed Wood.
No la olvidaré pronto: ya lo he hecho.
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