Sus
padres (un ingeniero teutón que trabaja para una multinacional y una mujer snob
que vive pendiente del lujo) están separados, pero los vínculos que Ismael
mantiene con ellos no son, en ninguno de los dos casos, afectuosos. El padre es
un hombre rígido que no le prodiga más que órdenes; la madre, distraída por la
gastronomía y los amantes, lo hace sentirse un estorbo. A sus quince años,
Ismael es un chico desnortado y huérfano de calor, que se refugia en el único
sitio donde se siente libre y a salvo: su libreta, donde va dibujando y componiendo
poemas. Pero una estancia con su padre, que está trabajando en la construcción
de una presa en la República de Sierramagna (Centroamérica), dará un vuelco a
su vida: tras algunas experiencias desagradables en forma de robos y
agresiones, el chico será secuestrado por la guerrilla y se verá, tras un viaje
infernal a través de la selva (a pie, maniatado, comido por los insectos y
torturado por el hambre y la sed), en el interior de un campamento lleno de
personas furibundas, que lo odian por la blancura de su piel y su condición de
hijo de capitalista. Mantenerse vivo y que su familia acceda a pagar el rescate
son las únicas fuerzas que le permiten seguir en pie, aunque las atrocidades
que irá viendo a su alrededor vayan minando su alma.
Con
esta novela dura y firme, Óscar Esquivias aborda temas aparentemente poco
adecuados para un público juvenil (la obra se dirige a lectores a partir de
catorce años), pero lo hace con tanta inteligencia y con tan buen tino que sin
duda logra su objetivo: la brutalidad de ciertas ideas revolucionarias, la
violencia de quienes en apariencia nada tienen que perder, la degradación y la
venalidad de algunos periodistas, la crudeza de las políticas represivas…
Conseguir que una novela en la que se producen fusilamientos, cortes con
machetes, manos amputadas o ingesta de drogas resulte educativa y catártica es
toda una proeza, así que les recomiendo que no se pierdan esta obra. Y no se
pierdan tampoco, por favor, el giro inesperado que se produce en el párrafo
final, que cambia un buen número de ideas preconcebidas que pudiéramos tener
sobre las emociones que asaltan al protagonista.
Óscar Esquivias es un auténtico maestro. Escribiendo para adultos y escribiendo para jóvenes. Punto.
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