Con
los detalles que el narrador va diseminando como pétalos tristes por esta
novela podemos reconstruir, en parte, esa flor ahora tronchada que se llamó, en
vida, Achternach. Trabajaba como experimentado fiscal en la Audiencia situada
en la Witzlebenstrasse; y un día, para sorpresa de compañeros y familia,
decidió defender a un acusado. A partir de entonces, malherido por una extraña
melancolía, su temperamento se fue volviendo taciturno, silente, huraño. Se
refugiaba de forma perpetua en el desván de la casa de su suegro, Fehrenmark,
donde vivía con su esposa Gerda; y se volvió un hombre impenetrable y arisco.
Lentamente, con la reiteración obstinada de su encierro, fue colmando la paciencia
del octogenario Fehrenmark, quien llegó a pronunciar ante él unas terribles
palabras (“El honor del nihilista, herr Achternach, consiste todavía en
el suicidio”, p.87), las cuales no sirvieron más que para perfeccionar su
abatimiento y su misantropía, hasta límites patológicos (“El desgarro
existencial es incurable”, p.99). Un buen número de somníferos, disueltos en el
café que le sirve su esposa, actuarán como drástica puerta de salida para su
situación.
Pero
su muerte acarrea para Gerda un trauma irresoluble, que la mujer mitiga por la
vía más inesperada: actuando como si Achternach continuase vivo junto a ella.
Así, le pone su plato y su copa a la hora de comer, habla en voz alta como si
conversase con su esposo, mira el vacío como si él estuviera a su lado en la
sala… Preocupado por la salud mental de su hija, Fehrenmark invita a la casa al
médico Merten, antiguo amigo de Achternach y antiguo pretendiente de Gerda, con
el objetivo de que la ayude en su recuperación emocional, quizá incluso
casándose con ella. Pero la convivencia no va a resultar sencilla para ninguno
de los tres. O de los cuatro.
La isla de los Pavos Reales, la novela de Hartmut Lange que Ana María de la Fuente tradujo y que fue publicada en 1988 por el sello Seix Barral, es un texto lánguido, donde la fatiga vital, el cansancio espiritual y unos paisajes moderados por la bruma consiguen aunarse para conformar un libro muy hermoso.
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