sábado, 2 de octubre de 2021

Tres domingos de otoño

 


No ha pasado (y sospecho que no pasará) a los anales del teatro español esta pieza de Juan Más Barlam, que se titula Tres domingos de otoño y que alterna de forma poco armoniosa los momentos de humor y los dramáticos, sin que ni unos ni otros resulten especialmente memorables.

Nos cuenta, en síntesis, el enredo que surge en torno a dos núcleos temáticos: por una parte, la relación sentimental que está fraguando la simpática Charito con el joven Andrés, que ocasiona la reunión de las dos familias para conocerse; por otra parte, el gozoso evento de que Pablo y Pepita (los padres de Charito) estén a punto de celebrar sus bodas de plata. Esa doble armonía, en apariencia inmaculada, se trizará pronto cuando Pablo descubra que la madre de Andrés es Clotilde, su antiguo y nunca olvidado amor de juventud, a la que tributó una devoción rayana en la locura y de cuyo abandono pretendió curarse contrayendo matrimonio con Pepita, a quien nunca ha sido capaz de amar de la misma arrebatada manera.

Descubierto ese conflicto, que ninguno de los dos actores consigue ocultar, los hechos aciagos comienzan a sucederse en cadena: Charito se verá obligada a abandonar a Andrés, para no provocar un dolor innecesario con la unificación de las familias; Pepita se sentirá amargada y frustrada al descubrir que ha sido durante veinticinco años la protagonista de una farsa; Pablo advertirá cómo su matrimonio se tambalea de súbito…

Ese conjunto de emociones, mezclado con un exceso de religiosidad, toques de resignación difíciles de creer y unos parlamentos huecos, sirve de base para una obrita de teatro más agradable que meritoria.

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