Leer un
libro de Lorenzo Silva siempre resulta, para mí, un placer; incluso cuando la
obra (como en este caso sucede) es un producto evidentemente menor. Los cuatro
relatos que componen Tantos lobos no
esconden en ningún momento su condición de “historias veraniegas”, compuestas
para su publicación en la prensa semidesértica del estío; pero hay que
reconocer que, aun siendo eso y no más, el escritor madrileño las traza con
elegancia, fluidez y oficio.
Nos
habla de chicas que han sido estranguladas y abandonadas en el área de descanso
de una autopista de peaje, después de haberse arriesgado en el siempre
peligroso mundo del ciberespacio (“547 amigos”); de muchachas despeñadas y que
presentan signos de arañazos y mordiscos (“Antes de los dieciséis”); de
adolescentes poliamorosas que terminan encontrando la muerte antes de tiempo
como consecuencia de su imprevisión (“Cuatro novios”); y de niñas de apenas
cinco años a las que alguien, en el colmo del salvajismo, ha ahogado sin ningún
tipo de escrúpulos (“La hija única”). Todas ellas, caperucitas ingenuas, han
sido víctimas de los lobos que rondan por el mundo; y para las cuales Rubén
Bevilacqua y Virginia Chamorro tratan, al menos, de conseguir justicia.
Una obra distraída, para entretener un par de tardes de fin de semana.
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