sábado, 9 de octubre de 2021

Ilíada

 


Sería tan absurdo que intentara, en esta relectura de La Ilíada hecha treinta y dos años después de mi primer acercamiento, elaborar una reseña sobre este volumen inmortal que ni voy a molestarme. Qué decir de un clásico entre los clásicos, de un tomo que ha generado millones de comentarios, opiniones, interpretaciones y obras de arte a lo largo de más de dos milenios. Propósito inútil.

Diré que cuando la leí con veintipoquísimos se me hicieron ásperos algunos de sus cantos y que no llegué a entender del todo (estoy seguro) la grandeza de esta obra, pero que al revisitarla tres décadas después (en la traducción de Emilio Crespo Güemes para Gredos), maduro y con tres o cuatro mil libros en los ojos y en el corazón, he sentido con más densidad y profundidad las figuras de Héctor, Aquiles y Príamo (sobre todo, ellos tres); que he vuelto a encontrarme con el respeto y la fiereza, con la altanería y el abatimiento, con la brutalidad y la cortesía, con los dioses que juegan con sus marionetas humanas, con las armas primorosas elaboradas por Hefesto… Son tantos los detalles, tantos los primores que me han sorprendido a lo largo de la lectura que, probablemente, vuelva a ella cuando la vejez me aceche, para poder decir que he leído la obra en las tres edades (juventud, madurez, senectud) y que quizá lo que extraiga de ella sea distinto en cada una de esas aproximaciones.

“No debe dormir toda la noche el varón que tiene las decisiones”, leo en el Canto II. “Los aqueos iban respirando furor en silencio”, leo en el III. “Así era yo, si este pasado alguna vez ocurrió”, leo en el XI. “Según hables, así oirás hablar de ti seguramente”, leo en el XX… Y conforme repaso las citas que he ido marcando en rojo, las secuencias junto a las que he colocado unas palabras (“Grande Héctor”, “Qué increíble descripción”, “Uf”) o los versos que me he señalado con un asterisco por parecerme más memorables, comprendo que no he releído La Ilíada sino que me he impregnado de ella.

Un clásico (dice mi amigo Pascual García) es la obra que puedes releer sin fatiga y con constante sorpresa. Me parece una definición exacta.

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Me encanta ver tu plan de lecturas. Estás haciendo un buen repaso de los clásicos. Estoy contigo en que con ellos estamos en terreno seguro. Leemos muchas tonterías cuando la buena literatura la tenemos en nuestra casa desde siempre. Yo quiero volver a leer la Odisea, a ver si me animo y no me lío con lecturas sin interés.
Un abrazo