miércoles, 6 de octubre de 2021

El caracol dorado

 


Pasear entre aforismos obliga, casi siempre, a que el lector mantenga la tensión constante de la mirada y de la inteligencia, para intentar no perderse nada de cuanto en ellos se encierra de ingenio, de brillo, de humor, de sabiduría. Es un ejercicio de concentración que, en ocasiones, puede resultar agotador a las pocas páginas. Por eso la primera sorpresa que me depara El caracol dorado, que la editorial Renacimiento publicó a Dionisia García en el año 2011, es precisamente lo contrario: la condición leve, alígera, casi petálica de sus propuestas. Cada uno de los pensamientos o aforismos genera a su alrededor un silencio tenue, un aura de serenidad que se traslada al ánimo de quien lee y le facilita la audición íntima (digámoslo así).

Formalmente, el breve tomo se estructura en dos secciones. La primera lleva por título “Confidencias” y se compone de 241 aforismos, en los cuales la prestigiosa poeta nos invita a reconocer la humildad esencial de los verdaderamente grandes (“Un honorable no suele hablar de sí”), nos certifica un convencimiento sociológico que muchos compartimos (“Tantas encuestas para concluir: somos ingobernables”), reflexiona sobre la condición paradójica de nuestros medios de comunicación (“No es mediático informar sobre las injusticias remediadas”), nos ofrece su opinión sobre la decadencia de los tiempos actuales (“No hay líderes ni genios”) y les dedica apuntes llenos de cariño a algunos de sus amigos predilectos (Soren Peñalver, Ana Cárceles, Antonio de Hoyos, José María Álvarez, Francisco Alemán Sainz o Diego Marín). La segunda sección, bajo el rótulo de “Artificios”, nos deja en los ojos 481 aforismos más, en los que Dionisia García incorpora una gotita de humor a cuestiones trascendentes (“Al despertar aplaudo, porque no era la muerte”), despliega con todo esplendor su mirada de poeta (“Hojecen despacio los árboles y se desnudan precipitadamente”) e incluso se acerca a posturas filosóficas de rango casi oriental (“La contemplación de un árbol requiere toda una vida”).

En síntesis (aunque este tipo de libros no admiten síntesis), un delicado volumen que se atesora para leer y releer de forma continua.

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