miércoles, 20 de octubre de 2021

Perdedores

 


La historia del capitán Manuel Sánchez no ha sido olvidada con el paso de las décadas porque sus ingredientes (refrescados por Vicente Aranda en 1985 para su versión cinematográfica) incorporan tal cantidad de atrocidades que resulta imposible olvidarse de ellos: el exmilitar embrutecido por el juego y el alcohol; su hija, forzada a la prostitución para suministrarle recursos económicos; el crudo asesinato a martillazos de uno de los hombres que se acercaban la chica; el juicio celebérrimo, que acabó con la muerte del capitán en el paredón y con la hija en la cárcel (1913)… Con la mitad de estas truculencias, cualquier novelista dispondría de materiales sobrados para poner ante nosotros una historia tan repulsiva como magnética.

La narradora que se ha propuesto refrescar y enriquecer este venero narrativo para el sello Dokusou se llama Anabel Rodríguez Sánchez, es abogada (su aproximación a los pormenores jurídicos del asunto está teñida de detalles técnicos que demuestra conocer) y reconstruye aquellos malhadados sucesos incorporándoles personajes nuevos, felices descripciones urbanas, indagaciones psicológicas de notable vigor y, sobre todo, una prosa convincente y madura, con la que envuelve a los lectores. La voz infantil de Virginia, la hija pequeña del capitán Sánchez, que enriquece muchos capítulos con su aportación en primera persona, supone un acierto emotivo y novelesco de primera magnitud.

De tal modo que, aunque conozcamos los detalles históricos de aquella cenagosa historia a través de la televisión o de la Wikipedia, la escritora nos sorprende y nos embriaga, porque despliega todas sus artes (que son muchas y buenas) para absorber nuestra atención y entregarnos una novela en la que todos los implicados en la trama (defensores y acusadores, jueces y testigos, periodistas y abogados, familias y curiosos) quedan salpicados por el barro innoble del horror. No se sale impune del buceo por las sentinas del alma.

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