El
pueblecito de Monsalud ha ido poco a poco despoblándose, hasta comprobar con
inquietud que su término no engloba a más de mil personas. La única de sus
dependencias que aún conserva cierto esplendor es el cementerio, elegante y
bien cuidado. En la corporación municipal no saben qué hacer para reactivar la
vida del pueblo, hasta que una charla entre el alcalde (Juan Civantos), el
secretario (Diego Malaver) y el concejal de festejos (Pedro Silva) establece
que la única manera consiste en activar un plan que atraiga la atención del
resto de España, con una medida tan contundente como estrepitosa: pedir que los
restos de Francisco Franco, cuando sean extirpados del Valle de los Caídos,
descansen en el osario de Monsalud. Pese a lo estrafalario de la propuesta,
todos terminan convenciéndose de que las cuestiones ideológicas del asunto
deben quedar a un lado, en beneficio de la economía municipal.
Pero una
parte de los residentes en Monsalud no parece estar de acuerdo con esta
delirante empresa: los fusilados durante la guerra civil. Y para manifestar su
silenciosa disconformidad comienzan a desfilar en forma de Santa Compaña por
las calles del pueblo, a fin de advertir a los responsables del proyecto para
que lo detengan y olviden. También comienzan a recibirse extraños mensajes (en
latín y en castellano) que se encuentran mágicamente en el interior de las
nueces.
Esta
breve colección de relatos, cuya textura se encuentra a mitad de camino entre
Cunqueiro y el Realismo Mágico, certifica una vez más (si es que al cabo de
casi un centenar de publicaciones el extremeño Ramírez Lozano necesitase avales
de algún tipo) la extraordinaria capacidad inventiva del autor, uno de los
narradores más premiados y aplaudidos de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario