Ephraim
Cabot es un anciano iracundo y fibroso, que ha empleado buena parte de su vida
en construir la granja en la que vive con sus hijos Peter y Simeón (que tuvo
con su primera esposa) y con su hijastro Eben (que aportó la segunda). Ya viudo
por partida doble, ha tomado una tercera mujer, la juvenil Abbie, que ha
generado grandes cambios con su llegada: los dos hijos mayores abandonan el
hogar para buscar oro en California y el pequeño establece con ella una intensa
relación de deseo y de odio (siente que ha venido a quedarse con la granja que
le pertenecería cuando su padre muriese). Todo se recrudece cuando la ambiciosa
Abbie promete a Ephraim que tendrán un hijo y que lo convertirán en el heredero
legítimo. Cuando un año después ya ha nacido la criatura (un varón), todos los
vecinos dan por hecho que el auténtico padre es Eben, lo que genera comentarios
y risas del peor gusto. Parece evidente que todo terminará en tragedia cuando
el viejo Ephraim ate cabos.
Con esta
pieza dramática, fechada en 1923, el norteamericano Eugene O´Neill consigue
fundir en un espacio reducido sentimientos extremos, que coliden entre sí de
una forma áspera: los rencores atávicos que los dos hermanos mayores sienten
por su padre; la codicia (simbolizada por la granja como referente cercano y
por el oro californiano como fuente remota); el frenesí del deseo (que prende
en Abbie y en Eben con simétrica furia); la presencia vigilante de los muertos
(como ocurre con la difunta madre de Eben) y, en fin, la lucha darwiniana de
todos los personajes por conseguir la supervivencia, aunque para lograrla deban
someterse a humillaciones. Un magnífico texto teatral que, en sus páginas
finales, incorpora el horror y el amor en proporciones sobrecogedoras.
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