viernes, 17 de julio de 2020

El beso de la mujer araña




Hay libros que, tras la relectura, nos defraudan. Hay libros que, tras la relectura, nos descubren ángulos o matices que no apreciamos en la primera aproximación. Y hay libros, muy pocos en realidad, que nos emocionan de la misma forma que lo hicieron durante su primer abordaje. Acabo de descubrir que El beso de la mujer araña, en el que me sumergí pensando que estaría en el segundo grupo, se encuentra de lleno en el tercero. Nada más que por ese detalle, creo que podría ser interesante volver a los libros de Manuel Puig, que tengo demasiado tiempo sin refrescar.
No insistiré en el argumento de la obra, porque el paso del tiempo y su adaptación cinematográfica lo popularizaron: un preso por motivos morales (Luis Alberto Molina) y un preso por motivos políticos (Valentín Arregui) comparten celda en la época de la dictadura militar argentina. Y para distraer las horas que han de permanecer juntos, el primero le cuenta películas al segundo. Apenas más. El gran prodigio es que, con tan escasos elementos (y desarrollados en un ambiente claustrofóbico), nos vamos adentrando con delicadeza en el alma de los dos personajes, descubrimos su forma de pensar, sus sentimientos, sus ilusiones, sus miedos, sus grandezas y sus miserias. Con un pulso narrativo digno de un gran maestro, Manuel Puig consigue una novela redonda, imborrable, que te hace tragar saliva o te pone los ojos llenos de lágrimas cada vez que el autor se lo propone.
Una gran reflexión sobre la dignidad del ser humano. Un alegato por la libertad y la tolerancia. Un canto a la amistad limpia, por encima de diferencias. Un jovial monumento al cine en blanco y negro. Pero, sobre todo, una novela de brillo y de belleza indesmayables, que el tiempo no erosiona.

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